Marcelo Hidalgo Sola invita a un mini tour porteño por un verdadero oasis urbano.


El  Parque Centenario ubicado en el corazón del barrio de Caballito, es un espacio para disfrutar a pleno de la naturaleza en medio de la ciudad. Sus sendas arboladas son perfectas para caminar , correr o andar en bici. Quien desee  descansar del trajín urbano puede sentarse frente al lago y disfrutar de la calma que ofrece un entorno único entre el canto de aves , patos y magníficos peces. 

 

 

Si es un día de semana y uno está muy cansado de la rutina diaria, es el momento ideal para hacer esta experiencia: en un abrir y cerrar de ojos el bullicio y ruido de autos y colectivos, puede convertirse en un paisaje con lago, peces, árboles y bellas esculturas. 

 

La magia ocurre en Parque Centenario, en el corazón del barrio porteño de Caballito y está al alcance de la mano . Allí, el cielo regala sus matices celestes, blancos y  azules y la luz del sol baña el parque invitando al sosiego. Al ingresar, el tiempo se detiene como para la escultura La Aurora, del francés Emile Peynot que nos recibe a lo lejos. La silueta femenina de gran elegancia despliega su manto, y con él, la ilusión de encontrarnos en otro mundo por un rato para disfrutar de un paisaje nuevo.

 

El lago es el eje que  domina el anillo central del Parque. Un espejo de agua verde y refrescante en el que pequeños peces serpentean seguidos de las coloridas carpas japonesas. Quizás, si uno tiene suerte, aparezcan en la escena circulando con su elegante parsimonia algunas familias de patos. Es muy común verlos a la hora en que salen en grupo a buscar su alimento con su suave nado, deslizando su estampa blanca inmaculada por el circuito del lago-explica Marcelo Hidalgo Sola-.

 

Un verde y refrescante  pulmón urbano 

 

En las doce hectáreas de este espacio verde que es el gran pulmón de Caballito,- un círculo delimitado por la avenida Ángel Gallardo, Patricias Argentinas, Díaz Vélez y Leopoldo Marechal- hay detalles que uno no debe dejar de contemplar y admirar. 

 

Uno de ellos es la mencionada escultura “La Aurora” del francés Emile Peynot. Una obra que fue inaugurada en 1918 en el barrio de Recoleta y que tiempo más tarde llegaría al Parque Centenario , a fines de los 70’. 

 

Otra escultura  que es parte del paisaje de este gran espacio verde se encuentra en la isla que está emplazada en medio del lago. La obra está ubicada en el área cercana a una plataforma de la que emergen unas columnas de agua que ayudan a remover y limpiar el lago. En conjunto, forman el equilibrio perfecto entre la armonía natural  y la que regala el  arte escultórico y el visual con los grandes chorros de  que emergen hacia lo alto en medio del lago, ofreciendo una estampa que alegra y recrea el espíritu.

 

“Victoria alada” es el nombre de la escultura que engalana la isla artificial del lago. Es obra del italiano Eduardo Rubino y se ha convertido en  el  emblema del Parque y quizás, en  la postal más conocida de él. 

Árboles entre el lago y la ciudad.

 

En realidad, uno no sabe bien qué quedarse mirando en el verde contorno del Parque Centenario.Están las copas de las araucarias y las tipas,que se mecen suaves  regalando una brisa fresquisima y  que alojan –según datos del Gobierno porteño– ejemplares de 18 especies de aves.O  los palos borrachos con sus  ramas  que desprenden mágicas flores rosadas .El parque es también el  dueño de un único ceibo que cuando florece regala su flor como pequeños dientes de cárdenos.

 

Hay tantas otras formas también de mirar Parque Centenario, están las bicisendas, una calesita y el hermoso anfiteatro de nombre Eva Perón, que tiene 1600 asientos. Aquí bailarines del Colón interpretaron la famosa obra Giselle como parte de un espectáculo gratuito auspiciado por el Gobierno de la Ciudad. 

 

En otros sectores, el Parque regala más arte : se pueden ver  homenajes a Madame Curie y A los héroes y mártires del Gheto de Varsovia, entre un grupo de  gente que  toma sol, otros que hacen ejercicio y algunos que disfrutan de un picnic casual .

 

Como sea, acá en medio del centro geográfico de Buenos Aires, disfrutando del aire fresco y de un entorno relajado y pacifico  alcanzan unos pocos minutos para olvidarse de  los bocinazos, del subte repleto y del bullicio general de un punto álgido de esta urbe con  tantos escenarios disímiles distantes entre sí pocos metros unos de otros.La experiencia alcanza para desconectar la mente y conectar el alma con la belleza de la naturaleza. Está al alcance de la mano y es realmente imperdible. 

 

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