Hoy, una nueva visita al Museo Nacional de Bellas Artes nos invita a desandar otro capítulo de la historia argentina : la conquista del Desierto. Ángel Della Valle y su obra más famosa La vuelta del malón retrata con cruel veracidad una escena que recoge el dramatismo del choque de dos culturas: los pueblos originarios y el naciente pueblo criollo .
El acervo del Museo Nacional de Bellas Artes cuenta con verdaderos tesoros de la pintura argentina. Son obras que destacan por lo que narran y por la intensidad con que lo hacen, además de por su calidad sobresaliente en la ejecución. Son piezas que marcan profundamente la sensibilidad de quien las contempla ya que una vez frente a ellas, no se puede permanecer ajeno a su poder inmanente.
Este es el caso de la pintura La vuelta del malón de Ángel Della Valle una pieza que sigue cautivando al público con una escena que fuera la representación más exacta de las consecuencias del choque entre dos mundos irreconciliables que coexistieron en la Argentina de fines del siglo XIX.
El cuadro relata en imágenes la misma tempestad desatada, el encuentro de dos mundos que se excluyen entre sí, el del indio y el del hombre blanco. Ambos, están peleando por lo que creen que les pertenece: unos por derecho natural; otros, por haber decidido que las tierras son del más fuerte . Para defender su territorio, los indios usaron golpes tácticos,estratégicos como fueron los malones. En un arrebato veloz, los jinetes a caballo se lanzaban sobre los poblados del hombre blanco arrasando todo lo que encontraban a su paso , lo que incluía sus tesoros más preciados: sus mujeres y los elementos y ornamentos para rendir culto a Dios- explica el experto en arte Marcelo Hidalgo Sola.
El cuadro La vuelta del Malón
Todos los elementos de la composición de la obra La vuelta del malón responden a una idea con matices de profundo dramatismo, desplegados con nitidez y precisión significativa sobre el lienzo . La escena se desarrolla en un amanecer en el que una tormenta con sus apretadas nubes grises comienza a despejarse. El malón, con sus jinetes indios montados sobre sus caballos de crines al viento, aparece equiparado con las fuerzas de la naturaleza desencadenadas (otro tópico esencial de la literatura de frontera).
Los jinetes del cuadro llevan enarbolados -como boleadoras- su botín luego del asalto al poblado del hombre blanco: su cálices, incensarios y otros elementos de culto católico que indican que han saqueado todo lo que su adversario considera como sagrado : su iglesia. Además, el jinete indio en el centro de la pintura, aprieta contra sí otro de los trofeos principales del asalto, una mujer blanca, de ahora en más, “la cautiva” para el imaginario de aquellos tiempos.
Los indios parecen estar imbuidos de una connotación demoníaca e impía. El cielo ocupa más de la mitad del cuadro, dividido por una línea que marca el horizonte apenas interrumpida por las cabezas de los guerreros y sus lanzas. En la oscuridad de ese cielo cerrado del amanecer, se destacan dos elementos fuertes : encendida y luminosa, por un lado, la cruz de bronce que lleva uno de ellos . Por otro, al mismo nivel de la cruz, se alza la larga lanza que empuña otro jinete, como símbolos contrapuestos de la dupla “civilización y barbarie”. En la montura de dos de los jinetes se ve que llevan atadas las cabezas cortadas de sus enemigos.
Una mirada experta
La experta en arte argentino Laura Malosetti Costa, expresa con sus propias palabras su sentir sobre esta obra que la ha cautivado y ante la cual no ha perdido el asombro con el paso del tiempo: “El cuadro nos revela con elementos simples el drama del enfrentamiento entre los ejes clave de aquel momento histórico : el de civilización y la barbarie, que se excluían mutuamente . En primer plano se observa a dos indios que cabalgan sobre espléndidos caballos (uno blanco y otro negro), y cada cual lleva en alto un “atributo” de lo que considera su “barbarie”: la mujer cautiva y los despojos de una iglesia saqueada. El paisaje también lleva su propia carga de sentido: por un lado está la luz, el cielo y la inmensidad de la pampa desolada,rasgos que fueron considerados como el elemento más característico del desierto argentino”- comenta la dra Malosetti Costa .
“En la pampa desolada, envueltos en las sombras de una luminosidad fría, en el cuadro de Della Valle, los indios aparecen revestidos de todos los signos que ponían de relieve su carácter de enemigos de la “civilización”: las cabezas cortadas de sus víctimas, los elementos de una iglesia que ha sido profanada, el ganado robado y, destacándose en primer plano al centro del conjunto, la mujer cautiva semidesnuda. El grupo que componen el jinete y la mujer, tiene una fuerza que lo distingue del resto de la composición: en estos dos personajes los contrastes violentos se desdibujan, el indio pareciera proteger a la cautiva al rodearla con su brazo mientras ella permanece adormecida. Este fragmento aparece como el nudo central que ha despertado la imaginación de todos los escritores que se han apasionado con el tema: el del amor nacido entre dos personas de mundos irreconciliables” explicó Malosetti Costa. Sin dudas, una obra única que ha sido legada para el futuro como una invitación para seguir despertando la imaginación y la reflexión.