Marcelo Hidalgo Sola visita en el predio del Jardín Botánico a una escultura que representa los festejos del pueblo y la nobleza romana durante La Saturnalia o las fiestas dedicadas en honor al dios Saturno.
La obra fue proscrita durante la dictadura y permaneció oculta durante 3 años. Al ser rescatada del olvido, encontró su definitiva morada entre el manto verde y semi-oculto del Botánico.
Es un exabrupto de la naturaleza escultórica. Los personajes de La Saturnalia están pasados de copas y lucen faltos de equilibrio. Un grupo humano escandaloso pero que dice las cosas tal cual como eran antes, en los tiempos de los festejos romanos. Momentos en donde, gracias a la festividad, las categorías sociales quedaban suspendidas y los esclavos y el pueblo se sentaba a la mesa con la nobleza, y compartían vino y algarabía.
La escultura porteña , que representa una escena típica de los festejos, es una réplica de la escultura de Ernesto Biondi , escultor italiano de mediados del siglo XIX que se encuentra en Roma. La réplica, al contrario de su gemela romana, padeció la crueldad del fanatismo de conservadores y militares por ser considerada obscena. Pasó años tapada en una caballeriza, pero ahora despliega todo su esplendor en el Jardín Botánico.
Las Saturnales (en latín Saturnalia) eran parte de las festividades romanas. Una celebración que comenzaba con un sacrificio en el Templo de Saturno, en el Foro Romano, y un banquete público, que luego, era seguido por el intercambio de obsequios, continuo festejo de varios días, y un ambiente de carnaval en el que se producía una relajación de las normas sociales. El poeta Catulo las consideró “los mejores días del año”.
Los honores al dios Saturno, fueron introducidos mediante una festividad popular alrededor del año 217 ac. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo-explica Marcelo Hidalgo Sola-, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Cuando las autoridades estatales vislumbraron que era demasiada algarabía junta, intentaron reducir a 3 ó 5 días el festejo, pero la costumbre popular pudo más y el Estado tuvo que aceptar el gusto de la mayoría y no coartar el festejo.
En las fiestas Saturnales, se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz. Los romanos amigos y familiares, se hacían regalos (en principio, recordando antiguos rituales, velas o figurillas de barro) como los que se hacen hoy en la fiesta de la Navidad.
Las primeras celebraciones se iniciaban el 17 de diciembre, a la luz de las velas y antorchas y se hacían rituales por el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz o nacimiento del Sol invictus, 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de invierno).
El derrotero de los festejos de La Saturnalia en Buenos Aires
La historia de la escultura que hoy está en el Jardín Botánico es muy rica y tampoco está exenta de los vaivenes de los tiempos. A la original romana , el escultor Biondi le dio forma con su cincel durante largos diez años , y fue exhibida por primera vez en la Exposición Universal de París de 1900. En esta ocasión La Saturnalia gustó mucho entre el público, aunque estuvo rodeada por una gran controversia debido a lo que mostraba.
El escultor argentino Hernán Cullen Ayerza, quien en 1907 era secretario de la Embajada argentina en Roma y como había sido alumno de Biondi, le pidió que realizara una copia de la controversial escultura, ya que le parecía muy real y hermosa a nivel artístico, a pesar de que fuera considerada “poco correcta”.
La escultura , que fue reproducida a la cera, llegó al puerto de Buenos Aires el 14 de febrero de 1910, pero permaneció dos años en la Aduana “porque no contó con el apoyo de los funcionarios porteños debido a su temática un tanto controvertida”, explica el Gobierno de la Ciudad en su página oficial.
Cullen Ayerza no se resignó; si la Ciudad no la quería, el sí. Entonces la emplazó en el jardín de su residencia de la calle Esmeralda. La réplica se lució allí hasta 1957, fecha en que falleció Cullen y La Saturnalia fue donada al Museo de Bellas Artes en Buenos Aires.
La burocracia y los pruritos la relegaron otra vez a un depósito. Recién en 1963, durante la presidencia de Arturo Ilia, la obra fue a parar al Club Ciudad de Buenos Aires, hasta que la dictadura la consideró obscena y se trasladó en 1976 al Centro Cultural General Martín, paso siguiente, fue ocultada en una caballeriza. En 1984 fue rescatada de su confinamiento y se decidió ubicarla en el predio del Botánico, mientras que la original se puede apreciar sin escándalos en la Galería del Arte Moderno en Roma.
La Saturnalia porteña, finalmente sobrevivió a los vaivenes del tiempo, a los prejuicios sociales y a los malos tratos de un sin número de políticos. Pero, más allá de su ingrato derrotero por la ciudad y su confinamiento, ha sobrevivido al olvido y el arte pudo más. Hoy luce su perfil de escultura alegre y poco correcta entre el follaje permisivo del Jardín Botánico que la cubre y la protege de las miradas escrudiñantes de aquellos que la quieren censurar por decir la verdad , desnuda.