Hoy la propuesta es subirse a la moto y disfrutar de algunos sitios inspiradores para recrear la mente , el alma y el cuerpo. Algo que solo requiere el renovar las ganas y el entusiasmo por descubrir en la Buenos Aires de siempre, nuevas aristas.
En la actualidad, ante tanta incertidumbre y complejidades en lo económico y político, no solo en Argentina sino en el mundo entero, recorrer Buenos Aires en moto es una excelente propuesta para despejar el alma y relajar el cuerpo. Quien disfrute de andar en moto, sabe lo que se siente una vez que se enciende el motor y se arranca la marcha. El tiempo se renueva y el aire que ingresa a los pulmones junto al viento que pega suave en el rostro, son un bálsamo que aquieta el estrés y nos dispone de modo instantáneo para el disfrute.
Distraerse un ratito está difícil en estas épocas pero no es imposible. En la Ciudad de Buenos Aires hay paseos encantadores y, aunque muy modestos, con la data adecuada, no suelen fallar.
Una posibilidad siempre vigente, es dar una vuelta por Retiro hasta la Plaza San Martín para sentarse en la barranca, -ya que la misma Plaza se encuentra diseñada sobre una barranca natural- , para volver a mirar una vez más , la silueta del edificio Kavanagh. El icónico Kavanagh, allí desde 1936 con su estampa sobria y gris, no ha dejado de asombrar y sorprender a quien lo contemple. No existe ningún diseño que se le parezca en el mundo entero. Es una verdadera rareza y una obra sin dudas, que marca un quiebre dentro del escenario urbanístico de la Ciudad.
El Kavanagh, un ícono porteño.
Este ícono de la “Buenos Aires moderna” fue pensado por los arquitectos-explica Marcelo Hidalgo Sola- Lagos, Sánchez y De la Torre como un encastre de volúmenes, y el resultado no falló. Esta construcción es hija de su tiempo, la era de la industria y de la pasión por los quiebres o rupturas con todo lo establecido en materia artística . Un icono que hace honor a las míticas vanguardias que por más resistidas que hayan sido, se abrieron paso para dejar obras en pie como testimonio de que es posible romper con la convención en el arte y en la vida.
Otra alternativa para dar una vuelta interesante por la Ciudad, es redescubrir en Palermo Chico, el monumento homenaje al General San Martín. Una obra que rescata y ennoblece la figura de San Martín como abuelo, ya que no lleva el sable corvo, ni está subido a su caballo, ni viste su uniforme militar. Aquí,se lo puede ver rodeado de sus nietas Mercedes y Josefa Dominga, hijas de su única hija Merceditas y de Mariano Balcarce. Son las queridas “nietecitas cuyas gracias y travesuras no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”, dejaría escrito el General San Martín como recuerdo de su tiempo con ellas en Grand Bourg, Francia, donde vivió exiliado entre 1834 y 1848.
Este es el motivo por el cual el monumento al Libertador de Argentina, Chile y Perú fue titulado “El abuelo inmortal”. La obra es una creación del escultor Ángel Ibarra García y fue realizada íntegramente en bronce. En el año 1951 fue emplazada en la plazoleta Grand Bourg que se ubica a metros del cruce entre las calles Aguado y Mariscal Castilla , frente a la réplica exacta de la que fuera su vivienda francesa.
Un reloj de inspiración veneciana en el barrio de Congreso
Siguiendo adelante con el recorrido, y ya para ir cerrando, la última parada es en el barrio de Congreso frente a un reloj muy particular. Estacionamos frente a la sede de la Auditoría General de la Nación en Avenida Rivadavia 1175 donde vale la pena levantar la vista durante un momento. En la fachada del edificio de la Auditoría “cuelga” un reloj de estilo medieval con un grupo escultórico que pesa más de 4 toneladas. Fue diseñado por la empresa de renombre internacional Fratelli Miroglio de Turín. En el reloj se observan dos grandes figuras en bronce macizo y hierro que parecen estar a punto de golpear una gran campana. Para apreciar su belleza, hay que detenerse y observar con detenimiento estas esculturas inspiradas en las que se encuentran en el Reloj de los Moros, que se ubica desde el año 1496 en Piazza San Marco de Venecia.
Sin dudas, este reloj con su esplendor y belleza un tanto escondidos, nos invita a reflexionar acerca de las veces que caminamos por las calles de Buenos Aires sin ver el despliegue de verdaderas obras de arte que están ahí al alcance de la mirada. Un reloj que nos invita a despertar y a volver a enamorarnos de una Buenos Aires que ofrece arte y disfrute a cielo abierto.