Marcelo Hidalgo Sola nos invita hoy , a realizar un viaje imaginario en moto al Japón para conocer los escenarios naturales que dieron vida a la obra “Gran ola de Kanagawa” del artista Japonés Hokusai. Una obra de arte icónica que es también una de las más reproducidas de todos los tiempos. Hoy nos adentramos en un viaje asombroso para develar el misterio de esta atracción que ya lleva dos siglos.
El gran pintor japonés Hokusai (1760-1849) amaba el monte Fuji. Como a todo habitante del Japón y sobre todo como artista, le resultó imposible a su sensibilidad sustraerse a su belleza. El Fuji, un monte que posee una simetría perfecta, es un volcán activo, cuyas nieves eternas rozan los cielos, es el guardián del Japón. Un regalo de la naturaleza que siempre asombra y sorprende a quien lo contempla de modo asiduo, ofreciendo distintas vistas, matices, colores , juegos de luz y sombra, como una verdadera obra de arte natural, según sea la época del año y desde el lugar que se sitúe para extasiarse de su belleza.
Para captar el lenguaje silente del volcán y descubrir su mensaje profundo (porque para muchos es considerado un “dios”) , Hokusai pintaba y repintaba una y otra vez el volcán. Una tarea afanosa a la que se había entregado en cuerpo y alma , y con su pincel en mano todos los días emprendía la batalla interrogatorio al volcán que parecía nunca acabar y de la cual nunca se cansaba. Según Hokusai y para la mentalidad japonesa, el artista podía ser intérprete de la naturaleza, un canal de comunicación entre los dioses y la gente común, sencilla. Así, de a poco , sin prisa y sin pausa para develar los secretos de la montaña, fueron surgiendo las “Treinta y seis vistas del Monte Fuji”, serie que el pintor – explica Marcelo Hidalgo Sola -realizó entre los años 1826 y 1833.
De las 36 estampas de proporciones pequeñas que conforman la serie ,todas realizadas con una técnica rudimentaria, barata y popular; resalta una de ellas conocida como “La gran ola de Kanagawa”. Como lo indica su nombre, se lleva el protagonismo del cuadro , una gran ola que fascinó y sigue fascinando a todo el mundo, admirada por los más célebres artistas y los más simples observadores, la gente común.
La trama de una ola
El cuadro relata la escena dramática en donde una inmensa ola se alza en medio de un mar embravecido, y como una alta pared de agua se alza amenazante sobre una pequeña barca y sus ocupantes.En el escenario marino de un color gris que se funde con la tormenta, en el centro del lienzo, se puede ver al volcán Fuji, con sus nieves eternas, su porte majestuoso y su paz inamovible ante la inminente tragedia.
Los expertos y estudiosos de la obra de Hokusai, coinciden en que la idea central del pintor fue retratar una súper ola, no un verdadero Tsunami. En la zona costera de Kanagawa es muy frecuente que tenga lugar el fenómeno aciago donde una ola de mediano porte se acople a una más grande y con ese ímpetu, ambas formen otra que puede alcanzar de modo sorpresivo, dimensiones espectaculares. Hokusai, como todos los japoneses residentes en las zonas costeras de Japón, estaba familiarizado con estos fenómenos. Y como en todas estas regiones, también se había resignado al hecho fatídico de la pérdida de vidas humanas, generalmente de pescadores que se hacían a la mar para la búsqueda del sustento cotidiano y eran sorprendidos por tormentas.
Debido a que Japón permaneció aislado del resto del mundo por dos siglos , la gran ola tardó en conocerse fuera de sus costas. Sin embargo, por el contrario los productos extranjeros de gran calidad para el arte pictórico podían ingresar sin problemas al país. Este es el caso del color azul intenso que empleó Hokusai para su ola . El llamado “azul prusiano” un color intenso, lejos de ser japonés, era procedente de Alemania. También, el pintor tomó otra influencia externa a su cultura japonesa para el diseño de su cuadro : siguiendo la perspectiva matemática aprendida de los grabados europeos llegados al Japón por los comerciantes holandeses, ubicó al monte Fuji al fondo de la escena pero en el centro del cuadro , siguiendo leyes de la perspectiva que estaban en boga en la pintura entonces. Quizás, esta sea para muchos expertos la razón por la que, en conjunto, la obra fue un boom al llegar a Europa.
Occidente se rinde ante la potencia de la ola de Hokusai
La obra y el talento de Hokusai, al llegar a las costas de Occidente, impactaron como otro gran tsunami. El efecto arrollador de la ola japonesa emuló al del mar que traía representado en su interior. En el año 1867, al ser presentada la obra en la Exposición Universal de París, en pleno auge de la Revolución Industrial, la fascinación que despertó el cuadro se replicó como un gran eco y su efecto aún parece perdurar en nuestros días. Quizás, porque el mensaje que encierra la pintura tenga mucho que ver con el misterio del mar y del Monte Fuji.