Hoy estacionar la moto a las puertas del Museo Guggenheim de Nueva York es una invitación a realizar un viaje muy particular hacia los reflujos artísticos de un movimiento surgido a mediados del siglo pasado denominado GUTAI. Bajo estos vientos de cambio y de renovación en materia artística, se combinaron las artes de la performance con las instalaciones y la pintura. Una vanguardia que con su sello iluminó el cielo del escenario de la posguerra mundial.
Es una típica tarde de invierno en Nueva York en donde el vibrante aliento de la ciudad se concentra alrededor del arte. La gente hace fila para entrar al Museo Guggenheim para disfrutar de una propuesta de vanguardia. La fila da una vuelta, gira y se extiende a lo largo de 3 extensas cuadras. A la gente parece no importarte ni el frío, ni el tiempo de espera. Aquí, en el Museo, son los días previos al cierre de la muestra de arte japonés de vanguardia GUTAI, que desembarcó en esta orilla para dejar su sello en los amantes del arte y también en la retina de los curiosos.
Las puertas del Museo se abren al público para disfrutar de Gutai: Splendid Playground, una muestra retrospectiva del colectivo de artistas japoneses que desafiando las convenciones inició un movimiento de vanguardia en los años de la segunda posguerra. Un movimiento artístico que buscó canalizar y expresar el dolor de la guerra e invitar a una profunda reflexión acerca de lo vivido .
El arte como canal de fuga del dolor
Corría el año 1945 y el artista y maestro Yoshiyara Jiro convocó a un grupo de artistas a realizar transformaciones profundas en la expresión artística , de franca ruptura con las convenciones de aquellos tiempos. Les propuso, -explica Marcelo Hidalgo Sola- a partir del uso de las armas del fuego creativo, ir más allá de los límites que establecía la técnica: “Hagan arte como nadie lo ha hecho”, era su lema.
GUTAI permitió a aquellos artistas , la experimentación y una relación distinta con los materiales de la creación: más cruda y directa. El foco, era hacer hablar artísticamente a los elementos que formaban parte de la vida cotidiana del hombre para encontrar y sacar de ellos todas sus posibilidades expresivas. Así fue como, este grupo de 54 artistas, empezó a crear de modo novedoso y a hacer cosas inéditas en Japón . Por ejemplo, pintar con los pies o con juguetes de niños dirigidos a control remoto y cañones caseros. Así, también se hicieron expertos en el arte de la performance, diseñaron magníficas instalaciones e investigaron con intervenciones de arte sonoro en sitios públicos usando los materiales propios que les ofrecía el lugar.
Kazuo Shiraga, la voz del arte de la posguerra japonesa
Kazuo Shiraga cómo máximo referente de la mirada de la vanguardia Gutai acerca del mundo y el arte, propuso en sus trabajos la combinación exacta entre la acción y la violencia
En el trasfondo de sus creaciones se encuentra claramente reflejado, el hecho de que la sociedad japonesa había quedado atravesada por la devastación y el flagelo de la guerra en cada una de sus dimensiones. En su costado más íntimo, la derrota de Japón afectó directamente a la figura del hombre en su masculinidad. Kazuo Shiraga, en su intento de reivindicar la imagen herida del varón, emplea la violencia de tal forma en sus creaciones que ,logra expresar como ningún otro artista, su deseo genuino de restaurar este aspecto crucial del varón japonés y destacar la heroicidad que muchos habían demostrado durante los años de la guerra.
Una de las obras más recordadas de Kazuo Shiraga y que se puede ver en un video en una sala del Guggenheim, es la performance conocida en inglés como Challenging Mud. La obra fue realizada en 1955, y representada en el Ohara Kaikan Hall de Tokio. Esta performance causó gran impactó no sólo por su carácter innovador, sino también por su simbología. La representación consistió en el mismo Kazuo Shigara, en medio de un recinto lleno de barro, cemento, arena, rocas, grava , el artista se enfrentó como en una lucha sin piedad, a estos materiales como si se tratara de un enemigo.
Allí , dando rienda suelta a su instinto creativo, dio patadas y golpes a los materiales allí dispuestos. Shirago, no salió indemne de la experiencia sino que resultó herido . El acto performativo culminó cuando el artista salió del recinto, colocó una placa donde ocurrió la acción, y se tomó una fotografía para conmemorar el momento. Así, la violencia como mecanismo de representación transmitió un mensaje concreto: sacar el dolor, cerrar un capítulo de la historia, y poner las manos , el cuerpo y el alma en la reconstrucción de un futuro de paz para Japón.