Marcelo Hidalgo Solá estaciona la moto en la casa mínima

Marcelo Hidalgo Sola estaciona la moto en la casa mínima


En el corazón del barrio de San Telmo se encuentra la casa más pequeña de la ciudad de Buenos Aires. Un espacio urbano que nos remite a las épocas de la esclavitud y la vida de la colonia.

Recorrer en moto Buenos Aires en modo cultural, permite prestar atención a los detalles, a las huellas que dejó el pasado en la ciudad. Y, el barrio de San Telmo tiene algunos lugares que nos permiten imaginar cómo fue la Buenos Aires colonial. Si avanzamos hasta el pasaje San Lorenzo, nos estacionaremos en las puertas de una verdadera reliquia urbana. 

El pasaje San Lorenzo abarca apenas dos cuadras, desde Av. Paseo Colón hasta Defensa al 700, donde el tiempo parece no pasar ó al menos pasar más lentamente. El pavimento empedrado colabora a la ambientación y regula la velocidad de los pocos autos que pasan, transformando esos doscientos metros en un oasis de silencio. Sus edificios, a pesar de tener distintas alturas y estilos, mantienen una armonía general de conjunto. Una curiosa construcción de dos plantas y poco más de tres metros de frente, conocida como la “casa mínima”, “casa angosta” o “casa del esclavo” se destaca del resto de los edificios.

Está ubicada en el pasaje San Lorenzo nro 380, a metros de su intersección con la calle Defensa. La fachada tiene una puerta al medio y sobre ésta una ventana y un modesto balcón en el primer piso. La cornisa superior es su única ornamentación. Parece ser más angosta de lo que es, por el efecto que produce su ubicación respecto de las casas linderas, que tienen casi la misma altura a pesar de ser de una sola planta. Pero, la fama de la “casa mínima” nació a partir de una romántica leyenda-explica Marcelo Hidalgo Sola.

La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes de esta casa, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 1909 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella.

La particularidad de esta casa es que a primeras vistas, parece imposible. Es decir que su existencia sea apenas un metraje que abarca 2,50 metros de ancho y 13 de profundidad. Ciertamente su existencia es única en Buenos Aires y se debe a los sucesivos loteajes y reformas que sufrió la manzana, dando a la edificación una existencia mínima. Lo que se ha podido constatar con certeza es que la edificación se remonta a la segunda década del siglo XIX, según fuentes arqueológicas.

La leyenda dice sin embargo, que la casa mínima es producto del trabajo de un esclavo liberto. Se sabe que el 25 de Mayo de 1812, el Triunvirato decretó la prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias Unidas. Y gracias a este hecho trascendental, ocurrió un mayor: el 31 de enero de 1813 la Asamblea del Año XIII decretó la Ley de Libertad de Vientres. Esta ley permitía a que los esclavos accedieran a a la libertad cuando contrajeran matrimonio, o a la edad de 20 años los varones ó 16 las mujeres. El estado además se comprometía a proveer de los instrumentos indispensables de trabajo para que los esclavos libertos pudieran desempeñarse brindando algún servicio de utilidad en la ciudad. 

La abolición de la esclavitud recién se declaró en la Constitución Nacional de 1853, pero en Buenos Aires no fue sino hasta 1861 que se instrumentó la ley, haciéndola plenamente vigente.

En definitiva ante esta nueva situación, todos los esclavos que quedaron libres, debieron buscar un lugar donde vivir y era muy frecuente que sus antiguos amos les proporcionaran pequeñas porciones de sus terrenos para que levantaran sus casas. Generalmente, con la muerte del esclavo liberto, estas parcelas volvían a sus anteriores dueños.

Las leyendas, por supuesto, carecen de referencias históricas, y han sido repetidas tanta veces que ya por ello, adquieren validez en el imaginario colectivo. Incluso, aparecen en diversos artículos de diarios y revistas, hecho que acrecienta su fuerza evocativa.

La fábula del esclavo liberto es el eje de los discursos de los guías de turismo y su contenido ha derivado en serias investigaciones históricas. Pero, su relevancia ha cobrado tal suerte que este efecto de estima popular sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, ha sido puntapié para que los vecinos de San Telmo se animaran a pedir a la Comisión Nacional de Monumentos que la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos, para que se preservara a la Casa Mínima de una posible modificación y/o demolición.

Luego de exhaustivas investigaciones históricas no se han podido obtener pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos, pero la leyenda del esclavo liberto, da la pauta de la generosidad de algunos amos, que en tiempos en los que la renta urbana cotizaba muy bien, estos dueños de parcelas se las cedían a quienes los habían servido con verdadera lealtad y entrega. La leyenda al menos, en su categoría, brinda una mirada compasiva y contenedora de aquellos que dada su nueva situación legal, quedaban desprovistos de todo y sin empleo. La leyenda de la Casa Mínima y del esclavo liberto dan cuenta al menos de una hermandad nueva entre amo y esclavo en la ciudad de Buenos Aires, en los tiempos de la colonia.

 

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