Marcelo Hidalgo Sola visita los símbolos de paz del Jardín Japonés


 

Hoy la moto pone primera para dirigirse hasta el Jardín Japonés de Buenos Aires. Un enclave en donde el alma puede serenarse y encontrar la paz en tiempos difíciles para el país y el mundo. 

 

Para encontrar la paz en tiempos complejos, la ciudad de Buenos Aires ofrece al público un espacio tranquilo en donde se puede descansar y sosegar el alma. El Jardín Japonés con sus frondosas y verdes arboledas, sus canteros colmados de flores de distintas variedades, sus lagos con peces koi, sus farolas y sus puentes , es para ello un reducto privilegiado.

Además, quien desee reflexionar y pedir por la paz , puede hacerlo frente a dos puntos muy especiales que tiene el jardín: “la campana de la paz” y la gran “grulla” 

Estos dos sitios icónicos en el jardín invitan a los visitantes a una profunda reflexión. “Se trata de dos símbolos muy especiales, que sirven para recordarnos  que la paz hay que alcanzarla día a día, que hay que luchar por ella mediante el diálogo y la concordia” explica Shisuko, guía del lugar. 

La grulla de la paz

La gran grulla de origami mide dos metros y medio y luce su estampa nívea a pasos de la confitería del Jardín. Esta escultura, que simula a la perfección el trabajo de un cuerpo que ha sido delineado en sucesivos pliegues de papel , evoca una hermosa y triste historia, cargada de un profundo sentido de esperanza. 

En Japón, existe una tradición milenaria en donde la gente acostumbra dejar una grulla de origami en los templos budistas y sintoístas a modo de ofrenda. Sin embargo, esta ceremonia de carácter privado se popularizó luego de la Segunda Guerra Mundial,momento en que los EE.UU. puso fin a la contienda bélica -explica Marcelo Hidalgo Sola- lanzando una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima.

La explosión de fuego incandescente mató a miles de personas: grandes, chicos, ancianos, todos inocentes , y la radiación dejó efectos devastadores en otros miles. Entre ellos, en Sadako Sasaki, una pequeña que contaba tan sólo 2 años cuando cayó la bomba. Debido a los efectos colaterales de la radiación nuclear Sadako enfermó de leucemia a sus 9 años. Pero , al escuchar una historia acerca de las grullas su espíritu cobró fuerzas para luchar .

El ejemplo de Sadako

Mientras Sadako estaba en el hospital internada, escuchó una antigua leyenda que afirmaba que, si una persona logra confeccionar 1.000 grullas de papel utilizando la técnica del origami , conseguiría obtener el regalo de una larga vida o podría recuperarse de una seria enfermedad. 

La historia colmó de esperanza los ánimos de la pequeña quien se dispuso a luchar con la fuerza de su voluntad y de sus dedos entregados día y noche al plegado continuo para hacer nacer las grullas. Sadako logró dar forma a 644 grullas con todos los papeles que tenía a mano , antes de que la muerte la alcanzara. Sin embargo, su gesta heróica y solitaria por conquistar su meta no quedó en el olvido. 

Sadako misma se convirtió en un símbolo de la esperanza y de  lucha, y luego de tres años de su muerte se levantó un monumento en su honor en el Parque de la Paz de la ciudad de Hiroshima en donde se ve a Sadako sosteniendo sobre su cabeza una gran grulla hecha de papel . Cada año, miles de personas dejan a sus pies las grullas que han confeccionado a mano, como un particular símbolo de esperanza y paz para el mundo. 

Una campana que redobla por la paz

Cada 24 de septiembre, Día internacional de la Paz, en el Jardín Japonés se escuchan numerosas campanadas. La ceremonia de Kanetsuki o el “toque de la campana” se realiza en presencia del público que se acerca para participar en ella y pedir un deseo. En Japón, es tradición que los primeros días del año nuevo se toque una campana para alentar a que un deseo se cumpla en el año que se inicia. Se dan 108 campanadas para dejar lo malo atrás , y cada persona puede escribir un deseo en un papel, dejar una carta o tirar una moneda al momento de elevar su pedido a los dioses. Las campanas celebrando con su repique el año que se inicia, traen esperanza, buenos deseos y energías positivas para emprender proyectos y anidar ilusiones nuevas. De modo similar, cada 24 de noviembre se tocan 108 campanadas aquí en el Jardín Japonés para pedir por la paz del mundo, la paz en cada hogar y la paz en los corazones de cada participante de la ceremonia.

La campana, que vela por la paz en el Jardín Japonés, fue enviada como regalo de la ONU desde el Japón en 1998 y, desde entonces, convoca a cientos de personas y vecinos de la ciudad a participar de la tradicional ceremonia que se realiza cada 24 de septiembre, Día Internacional de la Paz, momento en el que con su particular tañido, levanta su canto por la paz del mundo. 

 

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