Marcelo Hidalgo Sola

Marcelo Hidalgo Sola estaciona la moto para pasear en un viejo tranvía porteño


Hoy la propuesta es realizar un paseo en un tranvía que circuló por la antigua Buenos Aires tal como lo hace en la actualidad. Aunque es un circuito turístico y acotado, vale la pena hacer esta experiencia de primera mano y ver la ciudad tal cual la vieron nuestros abuelos, quizás en este mismo recorrido y subidos a este tranvía. 

La Asociación Amigos del Tramway nos invita a estacionar la moto, dejar el ritmo frenético atrás y pasear en la ciudad en un viejo tranvía de los años 40. Una actividad recreativa única que se puede realizar gracias a que esta asociación procuró rescatar para la posteridad una experiencia que era parte de la vida cotidiana de los habitantes de Buenos Aires de los años 40 al 60. Así, a bordo de un pintoresco tranvía del siglo pasado se puede pasear y disfrutar, y ver la vida desde el mismo ángulo que lo hicieron nuestros abuelos. 

La aventura comienza al llegar con la moto hasta la esquina de la calle Bonifacio al 500, en pleno barrio de Caballito. Allí , hay que estacionar y luego hacer una pequeña fila para subirse a un viejo vagón de madera verde y blanco que promete, viaje mediante, remontarnos en el tiempo. Un motorman, de impecable chaqueta azul y gorro, nos da la bienvenida y el correspondiente boleto de papel, igual al boleto original, que nos habilita a realizar el paseo.

El viejo vagón de tranvía al que subimos cruje cuando pisamos su interior de madera clara. Se ve pintoresco y frágil,como un anciano que sonríe y luce como en sus mejores épocas. Enteramente realizado en madera , sus paredes hacen gala de una prolija austeridad y un barniz verdoso cubre su superficie -cuenta Marcelo Hidalgo Sola. Su techo es blanco y en el frente se lee el nombre de un antiguo recorrido: Corrientes, Medrano,B. Mitre. Este antiguo coloso de las calles, hizo historia pasando por las arterias más significativas de la ciudad en materia de unir el destino de los trabajadores porteños de las primeras décadas del siglo XX.

Comienza la aventura de viajar como en los años 40’.

Al subir, solo queda acomodarse en los viejos asientos de cuero y comenzar a palpitar el momento del arranque. El interior, nos explica el guía del paseo, luce como entonces, cuando el trayecto que recorría el tranvía cruzaba la ciudad, y no solo las calles que integran la vuelta de 25 minutos que conforman el actual recorrido turístico. 

El viejo vagón comienza su adormilada marcha sobre el tendido que quedó en pie de los tiempos cuando estuvo activa la red de tranvías públicos de la ciudad. Luego, la modernidad llegó de golpe al país y en materia de transporte implicó que se viniera el aluvión de colectivos que vemos hasta el día de hoy y que ahora, pasa esquivando al tranvía con el obligado apuro y a toda velocidad . 

El tranvía fue ‘tragado’ de modo literal por los nuevos medios de transporte . Con el aumento de la red de trenes y colectivos en la década del 60, el tranvía desapareció de un día para el otro, de modo fulminante, bajo el manto de niebla implacable del progreso. Sin embargo, en todas las épocas hay gente que ama preservar lo antiguo y con ello,la memoria más preciada de la ciudades, y gracias a ella, hoy podemos disfrutar de esta perla salida del túnel del tiempo .

Un recorrido dentro de una original “máquina del tiempo”

La ciudad luce diferente desde el tranvía, a quien el paso del tiempo y la prepotencia de los ómnibus, autos, colectivos, motos y monopatines que pasan como flechas, parecen no alterar la calma. Éste se desliza con orgullo sobre sus rieles, enganchado como lo hacía antes, al tendido eléctrico que le sirve de alimento para su andar.

El motorman, apostado frente al tablero de comando de la máquina, acciona una manija de metal a la que hace girar de derecha a izquierda. Aunque el recorrido es a paso lento, el tranvía gira, y se siente el vaivén que imprime el movimiento. Los cuerpos se estiran acompañando la dirección del giro y la emoción invade a todos los pasajeros que se ríen divertidos al ver como el tranvía se bambolea a su propio ritmo y hace sentir a los pasajeros sus mañas de viejo lobo de mar.

Por las altas y amplias ventanas de vidrio, contemplamos las calles del barrio como si nos hubiéramos metido en una máquina del tiempo; reina la calma en el interior del tranvía que sigue tranquilo su ruta a destino. Lejos del estrés, que comúnmente invade el circular en el asfalto, sólo algún bocinazo nos devuelve al presente. El guía nos avisa que hemos llegado a destino. Bajamos, y , al subir a la moto, me propongo volver a realizar este paseo en algún otro momento. Vale cada minuto, cada giro, cada esquina; vivir en primera persona, cada detalle de un tiempo que quedó atrás pero, que por suerte, aún podemos disfrutar en nuestra querida Buenos Aires de hoy,

 

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