Santísimo Sacramento

Marcelo Hidalgo Sola, una moto y una iglesia polémica


Hoy las motos se estacionan frente a la iglesia del Santísimo Sacramento para escuchar un relato auténtico de los sucesos que se desarrollaron entorno a este Monumento Histórico único por sus detalles de lujo sin precedentes.

Cuentan las crónicas porteñas, pródigas en sucesos contrariados, que sólo hubo una ocasión en la que no sirvieron los rezos de la piadosa doña Mercedes Castellanos de Anchorena. Tal vez esta fuera la única ocasión en que le falló la asistencia divina porque, no hubo procesión, novena, ni juez municipal de turno que intercediera a su favor para cumplir su milagro. Doña Mercedes, madre de 10 hijos, esposa de Anchorena, estaba acostumbrada a que el dinero le abriera las puertas de todos sus deseos: cuál milagros. Por eso no pudo resistir la ocasión en que, sus insistentes ruegos, fueron desoídos y la alcanzó el infortunio: la construcción de un rascacielos (el famoso edificio Kavanagh) que le impediría ver desde el balcón de su palacio la Iglesia del Santísimo Sacramento.

 “Si yo vivo en un palacio, Dios merece habitar en otro” pensaba Doña Mercedes y por ello mandó a construir con lujo, la Iglesia del Santísimo Sacramento. Allí esperaba casar a sus 10 hijos y además, descansar amparada a la sombra de los santos cuando le tocara partir de este mundo. Porque de que valía la vida, si uno no podía disfrutar de ver caminar hacia el altar a sus hijos, como si lo hicieran en la más bella catedral parisina? ¿ Y de qué valía la muerte, si uno no podría descansar al amparo de los más exquisitos vitraux de Bruselas?

Por ello el 25 de marzo de 1908 fue puesta la piedra fundamental en el jardín del terreno sito en la calle San Martín 1035 ,-relata Marcelo Hidalgo Sola- justo sobre una barranca espléndida con vista al río. La construcción demoró ocho años y, cuando finalizó fue el orgullo de doña Mercedes quien se asomaba todas las tardes a su balcón a admirar las magníficas cinco torres con cúpulas que le hacían acordar al Sacre Coeur de París. Al fin Buenos Aires tenía un templo acorde al nivel de Dios y de la aristocracia porteña 

 La espléndida iglesia fue proyectada en París y una vez que se finalizaron sus planos, el arquitecto y sacerdote Jesuita Ernesto Vespignani dirigió las obras en Buenos Aires. Su diseño fue pensado para deslumbrar y se imitó en ella a los estilos arquitectónicos en boga en la Europa de principios del siglo XX. Su fachada con cúpulas azules que se alzan soberbias sobre el paisaje urbano emulan simbólicamente a las fuentes medievales de los edificios destinados al culto católico. Que milagro contemplar a principios de siglo una iglesia tan o más bella que las europeas en una Buenos Aires de corte aldeano . La iglesia, con semejante lujo e impronta cosmopolita para alguien tan piadoso como doña Mercedes era algo similar o equivalente a un consuelo de corte divino, para unos ojos acostumbrados a ver en la Buenos Aires de entonces, apenas algo más que carretas, barro y edificios de poca categoría. 

La fachada del templo con su conjunto de relieves y detalles en los arcos y ventanas, unido a los imponentes grupos escultóricos sobre la puerta de entrada llevan a la imaginación hacia las más bonitas construcciones del viejo continente.El altar mayor es de gran belleza y fue esculpido íntegramente en mármol blanco. Allí se luce una custodia de oro y plata, en cuya base retozan un grupo de ángeles que acompañan al Santísimo Sacramento en cuyo honor se levantó la iglesia. Hacia los costados, se alzan grandes columnatas, cuya factura está realizada en distintos mármoles, además de tener incrustaciones de mosaicos venecianos y terminaciones en bronce. Sobre el templete, se luce un baldaquino con columnas de ónix granate de Marruecos y capiteles de bronce y granito de los Vosgos ( la cordillera francesa) que forman cuatro arcos con la cúpula, que en su parte superior ,está decorada con cuatro ángeles de mármol de carrara.

El órgano merece un capítulo aparte ya que fue adquirido personalmente por doña Mercedes en Europa para hacer bajar los coros celestiales cada vez que la oportunidad lo ameritara. Un lujoso instrumento que fue inaugurado en 1915 por el organista francés Jules Beyer y que viajó al país en 37 enormes cajas, en un barco que se salvó del naufragio y que desembarcó la mole instrumental en los almacenes de Catalinas Norte del puerto de la ciudad.

La bella vista de la Iglesia del Santísimo Sacramento, y de la cual tanto se jactaba doña Mercedes, fue opacada al construirse el edificio Kavanagh. Doña Mercedes movió cielo y tierra para evitar su construcción pero no hubo rezo, ni novena, y procesión que lograra detenerla. Corina Kavanagh estaba decida a vengarse de su ex suegra, por haber impedido el casamiento con su hijo Aarón Anchorena. Para ello, vendió tres fincas, contrató a los más prestigiosos arquitectos de ese entonces y mandó a construir el edificio más alto que tuvo Sudamérica por largos años.

Lentamente, el Kavanagh fue tomando forma y así,una vez finalizado, fue el tema de comentario y alabanza en todo el mundo. Sólo hubo una persona que no festejó lo que se celebró en Buenos Aires: doña Mercedes Castellanos de Anchorena. Por primera vez , la Argentina construía algo digno de ser admirado en el mundo , aunque le opacara la visual de la iglesia del Santísimo Sacramento a doña Mercedes y fuera hecho a propósito por una mujer que sólo quería quitarle lo más querido y simbólico a la mujer que había truncado su felicidad : el simbólico momento de tocar el cielo con las manos de lo que tanto se jactaba doña Mercedes, todas las tardes, al salir a su balcón.

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