Taiko Bashi en el Jardín Japonés de Buenos Aires

Una moto por los senderos del Jardín Japonés


Marcelo Hidalgo Sola invita a recorrer el sendero de los cerezos, el gran portal o “torii”, los puentes y los peces koi que nadan a contracorriente. Algunos de los encantos de un lugar que enamora a grandes y chicos por igual.

Visitar, recorrer y conocer la historia del Jardín Japonés y de cada uno de los elementos significativos que guarda en su interior, es como ir develando poco a poco el alma del Japón. La magia se hace presente desde el momento en que al estacionar la moto en Av Casares 2966 un gran portal rojo , torii, despliega su encanto invitándonos a ingresar . Un predio que es un verdadero remanso de paz y es vecino de otros paseos ilustres como son el Rosedal y los bosques de Palermo. 

Su origen fue fruto de la iniciativa de la colectividad japonesa, que permiso oficial mediante, cosntruyó el jardín para recibir a los entonces príncipes Akihito y Michiko, quienes más tarde se convertirían en emperadores del Japón. Era la primera visita oficial que realizaban a la Argentina y la comunidad deseaba homenajearlos y hacerlos sentir como ‘en casa’. Por ello, nada mejor que regalarles un momento de sosiego y paz en un auténtico jardín japonés. 

Los príncipes, en agradecimiento por las atenciones recibidas durante su visita, luego lo donarían a la ciudad de Buenos Aires para que desde aquí se difundiera la cultura del Japón y para que quienes lo visitaran pudieran hallar en él un espacio de “meditación, paseo y recreación”.

Árboles, puentes y senderos con encanto japonés

El inmenso predio colmado de árboles desde antes de la construcción del jardín conservó varios de los ejemplares originales . Al lado de las tipas y las magnolias , se plantaron espléndidos cerezos en los bordes de los senderos y, junto a ellos, fueron especialmente dispuestos -explica el guía amateur Marcelo Hidalgo Sola- ejemplares de las especies que renacieron en Japón, luego del bombardeo de Hiroshima(1945)

El recorrido invita a sumergirse en la paz que ofrece la naturaleza, y la llave es la contemplación de los elementos que propone pensar la vida desde un punto de vista bien japonés. Por ejemplo, uno puede haber recorrido decenas de veces el Camino de las Azaleas y el de Sakura o de los cerezos.Y entonces sabrá que esos senderos nunca son los mismos, como la vida, o como el agua de los ríos.

Los espacios de los senderos invitan a recrear una tradición bien japonesa. En Japón es costumbre celebrar la belleza que ofrecen los cerezos en flor. Una explosión de delicadas flores rosadas, cuya belleza cautiva la vista de modo irremediable. Una flor delicada y efímera cuya belleza se desvanece al instante luego de ser cortada, por ello los japoneses suelen disfrutar del espectáculo a su manera. 

El esplendor del cerezo en flor : Sakura

Durante el breve lapso de tiempo que dura su floración, los japoneses disfrutan de los cerezos realizando picnics al amparo de sus ramas . Desde el césped la vista puede extasiarse con las pinceladas del cielo y las ramas cargadas de flores sin jamás cansarse de contemplar la belleza de esas pompas rosas y abundantes. Entre fin de marzo y principios de abril, aquellos que visiten el Jardín Japonés en Buenos Aires podrán imitar esta tradición japonesa y también , porque no, reflexionar como ellos, acerca de la belleza y fugacidad de la vida. 

Además, el Jardín Japonés tiene 3 puentes y cada uno de ellos representa una enseñanza vital ,que fruto de la meditación y contemplación, el visitante podrá aprehender como si fuera japonés . Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con el Taiko Bashi, el puente curvo ubicado en el centro del jardín. Pintado de rojo, sobresale entre la verde espesura del contorno y, sus delicadas y armoniosas proporciones lo hacen lucir muy bello. Este elemento ‘emblema’ del jardín quiere representar de modo simbólico una vía de comunicación entre lo terrenal y lo sagrado. Con sus escalones y ondulaciones, uno advierte que no es sencillo subir, bajar, subir y llegar a destino. De hecho, es el más difícil de atravesar, dado que representa los obstáculos propios de la vida. Al cruzarlo, está la recompensa: la “Isla de los dioses”.

Además del curvo, está el puente recto y el que tiene forma de zigzag que invita a cambiar de punto de vista con cada modificación de dirección (y por ofrecer esas oportunidades, también se llama “de las decisiones”). Desde los tres, se ven los peces koi que, según una leyenda, nadan contra corriente hasta la cima de una catarata y al alcanzarla, triunfan: se transforman en dragones. Estos peces nadan en las aguas del jardín muy cerca de la superficie. Pueden ser alimentados por los visitantes con comida especial que se vende en el lugar y es una fiesta para ser compartida en familia. 

Los niños en particular se fascinan al darles de comer y los peces agradecidos dejan ver toda su belleza. En sus saltos y piruetas por alcanzar el alimento ofrecen su colores iridiscentes: naranjas, ocres esmaltados;otros, un gran círculo rojo en su cabeza, a la manera de la bandera del Japón. En conjunto, peces, puentes , árboles y senderos son la mejor opción para disfrutar una vez más, de la belleza que regala la ciudad,

 

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