Una moto se estaciona en la puerta de San Ignacio de Loyola


Marcelo Hidalgo Sola nos lleva a conocer la construcción religiosa más antigua de la ciudad en el barrio de San Telmo.

Una novedad que trajo la post pandemia fue excelentemente recibida por los moto kultural. En esta oportunidad el grupo urbano de paseadores en moto, amantes de la cultura y de la historia de Buenos Aires, fue sorprendido con la noticia de que la Iglesia de San Ignacio de Loyola, cuyo valor patrimonial para la ciudad es incalculable, abría sus puertas para ser recorrida por el público.

Ubicada en el Barrio de San Telmo, sobre la calle Bolivar al 300, se emplaza la colonial construcción desde 1675. Como sumergidos en un túnel del tiempo, arribamos a una manzana que forma parte de un conjunto formado por el colegio Nacional de Buenos Aires y la Iglesia, que se conoce como Manzana de las Luces. Allí funcionó todo lo que iluminó cultural, religiosa e intelectualmente a la ciudad de Buenos Aires en la época de la colonia y en los días del nacimiento de la Patria.

La iglesia es obra de los arquitectos jesuitas Krauss, Bianchi y Prímoli y por debajo corren parte de los túneles construidos en la época colonial, utilizados para la defensa y el contrabando. Después de la expulsión de los jesuitas de América en 1767, en los edificios de la iglesia se instalaron la Escuela de Medicina, la Biblioteca Nacional y la Universidad de Buenos Aires.

A fines del siglo XVIII la Iglesia funcionó como catedral de la Ciudad y se convirtió en cuartel militar durante la resistencia a la invasión inglesa de 1806. Algunas características singulares de esta iglesia, que comparte únicamente con la Catedral Metropolitana de Montevideo, son la cúpula sobre tambor cuadrangular, en el crucero, y la doble altura de las naves laterales. La fachada, cuya autoría se discute, muestra influencia del barroco bávaro. El altar mayor, original del siglo XVII, fue tallado en madera- explica Marcelo Hidalgo Sola-y el dorado que presenta fue posteriormente añadido por Isidro Lorea, el mismo que talló el de la Catedral de Buenos Aires.

La sensación que tiene el grupo al ingresar a la iglesia, es que realmente uno entra en un túnel del tiempo. El rojo de los ladrillos del piso, los arcos de las naves. Una impecable austeridad en los materiales de paredes y pisos, contrasta con el impacto que ejerce visualmente el altar. Dorados y azul intenso se funden en los colores del retablo que corona el ábside de la iglesia. El dorado y azul que dominan el fondo no fueron elegidos por hacer honor a la patria, pero bien que lo hacen porque uno no puede dejar de admirar el efecto de contraste que resalta y categoriza el conjunto. En el centro se expone permanente a Jesús Eucaristia. Arriba de Él, está emplazada la imagen del Sagrado Corazón y más arriba la de la Virgen María. Los santos de las hornacinas de los costados son San José y obviamente el santo patrono del lugar: San Ignacio de Loyola.

Comienza la historia …

La Compañía de Jesús llegó a la Argentina antes de que la patria fuera patria y se extendió por el litoral fundando las misiones que llevan su nombre y pisando fuerte en Córdoba y Buenos Aires. Su propuesta fue un programa integral de educación religiosa unido a la promoción humana. Florecieron en su tiempo las escuelas de oficios más tradicionales y la enseñanza de artes variadas predominando según cada región, lo que el pueblo considerara más valioso para su cultura. Algunos despuntaron en escultura y dibujo, otros en música y bailes. Todos ellos de igual modo, instruidos en la fe y el conocimiento de Dios. Fue tal la magnitud del desarrollo y el despliegue cultural en los pueblos originarios que en poco tiempo, éstos lograban autoabastecerse y ser independientes en el comercio, prosperando y creciendo como comunidad. Así fue que Carlos III ordena a fines del siglo XVII que sean expulsados de nuestras tierras, se cree porque temió que el poder económico y cultural de los habitantes de estas tierras pudiera rivalizar con el poderío colonial.

 Mientras todo esto ocurría, antes de la expulsión de la orden jesuita, en la Iglesia porteña de San Ignacio pasaban cosas. Allí acudía mucha gente necesitada entre ellos, muchos indios charrúa a quienes los jesuitas atendían como a todo aquel que tocara a su puerta. Todos los días se enseñaba el catecismo. Aún hoy se puede ver en la entrada de la iglesia, la antigua construcción. De excavaciones arqueológicas realizadas años atrás se conserva un sector tal cual se encontró al momento de excavar. Se ve el terreno original del emplazamiento de la iglesia con sus ladrillos originales, más largos que los actuales que se conservaron bastante bien. Las paredes de la iglesia en la actualidad también están cimentadas sobre el emplazamiento original, por lo que los trabajos de fortalecimiento se concentraron casi siempre en la argamasa donde se inyectó cemento o masa epoxi.

La torre sur tiene el privilegio de ser la construcción más antigua de Buenos Aires, mientras que la torre del reloj fue agregada a mediados del siglo XIX por el arquitecto Felipe Senillosa. La Catedral no fue la única iglesia que tuvo comienzos modestos, y que sufrió modificaciones hasta el siglo XVIII. Todo el templo fue construido en 1722 con ladrillos unidos con argamasa de barro, y paja, según el arquitecto Guillermo Frontera, titular del distrito Capital Federal y Buenos Aires de la Dirección Nacional de Arquitectura. 

La creación del seminario recién se realizó hacia fines del siglo XVIII junto con el primer piso que servía de hospedería a los seminaristas. De la misma época sería la bóveda existente que cubre el pasaje desde el colegio al coro.

Acompañando la gesta de la patria y sus instituciones

En 1823 vuelve a ser Catedral provisional y en 1830 comenzó a funcionar como parroquia al haberse dividido la Catedral en Catedral Norte y Catedral Sur. En ese interín regresan los jesuitas a Buenos Aires en 1836 y son nuevamente expulsados en 1843.

Durante ese período los jesuitas ocuparon esta Iglesia, compartiendo las dependencias con el Obispo y con la Curia Eclesiástica, que se encontraban allí por el mal estado del edificio de la Catedral.

Recién es el 21 de mayo de 1942 que un equipo de técnicos del departamento de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad, declaró a la Iglesia de San Ignacio y sus construcciones aledañas Monumento Histórico Nacional ( decreto nº 120.412)

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