Paseo en moto José C Paz

Aire de cultura y motos en el Palacio Paz


Marcelo Hidalgo Sola y el grupo de motos integrantes del club de paseadores más top y cultural, recorren el Palacio Paz hoy sede del Círculo Militar

Seguimos recorriendo la ciudad de Buenos Aires y, en cada oportunidad, vamos descubriendo más y más lo que dicen los edificios emblemáticos acerca de nuestra historia como país. Hoy, el recorrido en moto hasta la parada cultural es bastante directo y nos remontamos en su linealidad directo al corazón de la historia que nos convoca.

Con paciencia y sorteando un tránsito tupido por avenida Santa Fe, llegamos hasta la Plaza San Martín, la altura exacta de la parada es al 750 de la numeración. Allí estacionamos frente a un verdadero Palacio que lleva el nombre de su antiguo dueño: José C. Paz. Hoy en día y desde 1938, funciona como sede del Círculo Militar pero, cuando a principios del 1900 se encargó su construcción, no se ahorraron gastos.

La familia Paz quería poseer la casa más grande de la ciudad. Y lo logró. Sólo que tamaña empresa le llevó doce años y José C. Paz murió antes de ver concluida la empresa. Pero, al terminar las obras, el palacio brilló como una joya auténtica: 140 ambientes, un espectacular jardín y un gran salón de baile; todo lo que se necesitaba en aquel entonces para estar en boca de todos y ser el centro de las miradas nacionales y quedar en el recuerdo de las extranjeras. Los lujos del momento se completaban con calefacción central y la presencia de ascensores, que en esos años , eran una exhibición de modernidad y lujo sin precedentes.

Una guiada hacia los esplendores de antaño

Alicia Merli , la guía del lugar, recibe a los moto kultural como una verdadera anfitriona. Nos abre las puertas del Palacio y saluda a nuestro guía Marcelo Hidalgo Sola, y enseguida, comienza a desgranar la historia que nos convoca. Dice que en estos menesteres lleva 16 años y que en cada recorrido que hace por el lugar, siempre descubre algún detalle nuevo que la fascina y la obliga a investigar al respecto. Podría decir que conoce cada rincón y secreto, y los comparte al guiar a los vecinos y turistas de todo el mundo cada día.

Así vamos pasando de salón en salón, escuchando la historia detrás de una construcción increíble: 40 baños, puertas disimuladas en las paredes y pasadizos secretos que solo usaba el personal, para no ser vistos por los dueños del palacio y sus invitados. “Todas las piezas que se ven en la decoración fueron encargadas a las maisons más prestigiosas de Europa: mármoles, arañas, ornamentos, herrería, muebles, maderas, pisos”, explica Merli

La suntuosidad nos deja apabullados, los ojos se posan en una araña y sus cristales que parecen derramarse en una cascada celestial luego, en los finísimos mármoles que resisten con elegancia el paso de los años y preservan con dignidad el aire de nobleza del salón. Es que aquí todo luce con aire francés y se respira el sello de la más exquisita factura. “Por aquellos años”- explica nuestra guía – “la aristocracia argentina miraba con admiración todo lo que ocurría en Europa y la arquitectura, el decorado, piezas y mobiliarios, también era un objeto de deseo aquí. De allí que los grandes terratenientes y las familias patricias contrataran a los más renombrados arquitectos –en su mayoría franceses– para encargar los planos de algunos de los palacios más espectaculares de la Ciudad que luego se fueron erigiendo en los barrios más elegantes” concluye Merli.

Respecto de la vista guiada, las únicas dependencias que se pueden recorrer son las instalaciones del primer piso, lo que se conocía en la época de la familia Paz como los salones sociales. El resto de la residencia está ocupada por las oficinas y dependencias del Círculo Militar y la biblioteca que permanece abierta para todo el público.

El dueño original del palacio

José C. Paz procedía de una familia de linaje terrateniente; por vocación fue político y cumplió su deber diplomático como embajador en Francia. Además, desarrolló una vasta labor periodística y fue fundador del diario La Prensa. Para el edificio que fue la sede del emblemático diario, también soñó a lo grande: hizo construir otro edificio que hoy es un ícono emplazado sobre Avenida de Mayo, en donde funciona la Casa de la Cultura de la Ciudad. Los mismos constructores –Carlos Agote y Alberto de Gainza–, luego trabajaron en el palacio de la familia.

Volviendo la mirada a los salones del Palacio, los visitantes ingresan primero al vestíbulo de recepción; un sitio enmarcado por una espectacular escalera de ingreso, digna y fiel réplica de una auténtica pieza palaciega francesa , que tiene columnas de corte griego a cada lado. Las columnas de mármol de una sola factura se despliegan inmensas y monolíticas, coronadas con capiteles de bronce. Este vestíbulo da paso a una soberbia sala de descanso, que anticipa al gran salón de baile, inspirado en la galería de los espejos del Palacio de Versailles: arañas de bronce con caireles de cristal, parque de roble de Eslavonia, paredes revestidas con boiserie y un palco destinado a la orquesta son algunos de los detalles de lujo del salón. “Aquí se impuso el tango dentro del ámbito de la socialité porteña. Por aquel entonces , el tango estaba relegado por considerársele una música orillera y popular, pero todo cambió cuando se puso de moda en Europa, entonces aquí comenzó a ser aceptado”, contó Merli. La orquesta que presidió las veladas fue la de Francisco Canaro, otro lujo.

El gran salón comedor, con espléndidos ventanales, abre la vista sobre un jardín, hoy pequeño, pero que en otra época lucía mucho más grande. Especies de rosas y distintas herbáceas decoran los canteros y recrean nuestra mirada. Y, en este salón de baile, sorprende un corredor revestido íntegramente en madera de nogal que hoy conserva aún su aroma a madera noble, y en cuyos cantos y relieves, trabajó un equipo de ebanistas durante larguísimos 8 años. Aún hay más salones para encandilarse: el de música y canto, revestido con un sistema para la mejora de la acústica y el salón estilo rococó que era utilizado por las damas para las veladas de caridad. El broche de oro de la visita guiada, está reservado para el final: el gran hall de honor es el punto culmen del recorrido por el Palacio. Este hall está bellamente coronado por una cúpula de coloridos y elegantes vitrales, en donde eran recibidos los invitados de mayor jerarquía: políticos, embajadores, y empresarios.

Cuenta la historia que, José C Paz como hombre de política, tenía intenciones de convertirse en presidente de la República. Por aquellos años los presidentes no tenían residencia oficial, y creen que Paz pensó que su palacio, sí estaría a la altura de las circunstancias llegado el caso. Cosa que ciertamente, hoy como ayer nadie podría dudar.

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