Recorriendo la Ruta del Café: paisajes, cultura, aromas en moto por Colombia


 

 

 

El aroma del café recién tostado, la sonrisa de los lugareños y el ronroneo constante de mi moto en el fondo. Así comenzó mi aventura por la Ruta del Café en Colombia, un viaje que prometía ser tan intenso y aromático como la bebida misma.

El punto de partida: Medellín

Medellín, conocida como la “Ciudad de la Eterna Primavera”, fue mi punto de inicio. Tras recorrer sus calles vibrantes y conocer el famoso Metrocable, me preparé para lo que sería una travesía inolvidable. Desde Medellín, me dirigí hacia el suroeste, con el Parque Nacional Natural Los Nevados en mi radar.

El corazón cafetero: Manizales

Después de algunas horas, llegué a Manizales, una ciudad que se alza orgullosa en el corazón de la región cafetera. Aquí, me sumergí en las fincas de café, aprendiendo sobre el proceso de producción, desde la semilla hasta la taza. Los paisajes de montañas onduladas, cubiertas de plantaciones de café, contrastaban con las aguas termales de la zona, ofreciendo un respiro relajante después de un día en carretera.

Salento y el Valle del Cocora

Continuando mi viaje, llegué a Salento, un pintoresco pueblo conocido por sus casas coloridas y su proximidad al Valle del Cocora. Las palmas de cera, árboles nacionales de Colombia, se elevan majestuosamente en este valle, creando un paisaje que parece sacado de un sueño. Un pequeño descanso aquí, acompañado de una taza de café suave y aromático, recargó mis energías para lo que vendría a continuación.

Hacia el sur: Popayán

El siguiente destino fue Popayán, la “Ciudad Blanca”. Famosa por su arquitectura colonial y su Semana Santa, este lugar me ofreció un cambio de ritmo. Las noches aquí se pasaban recorriendo sus calles empedradas, disfrutando de la gastronomía local y escuchando historias del pasado colonial.

El final del recorrido: San Agustín

Finalmente, llegué a San Agustín, hogar de las misteriosas estatuas y tumbas precolombinas que han desconcertado a los arqueólogos durante décadas. Aquí, me despedí de mi moto por un tiempo y exploré a pie, maravillándome con las figuras de piedra y las historias que contaban sobre las civilizaciones antiguas.

 

 

 

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