Marcelo Hidalgo Sola nos invita a dar un paseo en moto y a tomar un café en una particular esquina Museo. En el barrio de Chacarita, el Museo Simik es un viaje hacia la prehistoria de la fotografía que sólo cuesta lo que vale un café
Hoy nos vamos a adentrar en el mundo de la fotografía , café mediante . Hace tiempo que me habían recomendado visitar una esquina-bar-museo que por su impronta es única en la ciudad. En la puerta nos recibe un fotógrafo de los años 30 al que hay que mirar dos veces para darse cuenta que se trata de una estatua de cera. Impecable traje negro, sombrero bombé, cámara en mano y un gran flash de la década del 30’. No nos toma una foto de bienvenida, como anticipado souvenir de la visita, pero nos recuerda por qué la fotografía es uno de los mejores inventos de la humanidad: cada momento vivido , el más simple como el más importante, puede ser atesorado ‘click’ mediante. Y además, también nos recuerda cuán importante es atesorar buenos momentos, no sólo en una foto sino también en el corazón.
En esta esquina del barrio de Chacarita ubicada en Av Federico Lacroze al 3901, funciona desde 2002 el café museo Fotográfico Simik. Que sea un bar es el elemento esencial para demorarse en la visita, degustar un exquisito café con algo dulce y recorrer la enorme colección de cámaras antiguas y fotos que guarda en sus numerosas vitrinas. Acá, además de poderse ver una vastedad de equipos fotográficos de antaño; uno de los principales objetivos como legado y misión que tiene el lugar, es la transmisión pedagógica, sensorial y técnica de la fotografía, además de historiar la evolución de las cámaras fotográficas desde sus comienzos .
El museo es una experiencia única en la ciudad- explica Marcelo Hidalgo Sola. El museo- bar al estar tan vivo, con gente apacible sentada a las mesas y mozos que van y vienen, y que a la vez son los improvisados guías de turismo del lugar ; parece una escenografía salida de un set de cine hollywoodense. El museo fue creado por Alejandro Simik, un fotógrafo publicitario y coleccionista de viejas máquinas. Una colección de reliquias que bien custodiadas se pueden ver en las amplias vitrinas del bar. “A mediados de la década del 90 me regalaron mi primera cámara de fuelle Kodak de los años 30’. Como todo fotógrafo comencé a experimentar con ella y muy pronto surgió la idea de buscar su historia y compartirla con mis alumnos particulares. Además, me entusiasmé tanto con el asunto que fui adquiriendo más modelos viejos. Naturalmente me volví un coleccionista y el siguiente paso fue montar este museo –bar-café para compartir mi modesto acervo con el público general”. Sin saberlo, contó, ese fue el inicio de una carrera por la preservación y la documentación de la historia de la fotografía. En el catálogo figuran cámaras de espionaje, Polaroids vintage y hasta un larga vistas que toma fotografías.
Un despliegue de cámaras, pasión y fotos antiguas
Hay vitrinas en donde además de las antiguas cámaras se expone todo el bagaje de artefactos que eran de uso indispensable en los primeros años de la fotografía para tomar buenas fotos. Las típicas luces incandescentes, los flashes primitivos ,unos cuadrados pequeños, que de noche estallaban como pequeños fuegos artificiales y eran de un solo uso. También se pueden ver excelentes tomas y fotos realizadas por profesionales y aficionados del siglo XIX en adelante y que aún están en perfecto estado de conservación a pesar del paso del tiempo. En total, el museo guarda alrededor de 600 cámaras que son las que se lucen en exposición. Casi sin proponérselo, Simik logró convertir una esquina de Chacharita en patrimonio fotográfico de la ciudad y en usina promotora de todo tipo de actividades artísticas que pueden realizarse usando la cámara. Como dijo Simik “nos sentimos un nexo , un puente , entre el mundo de la fotografía , la ciudad y la gente”
Hay una lista interminable de agradecimientos de gente, fotógrafos casi todos, que han donado sus cámaras y equipos. Pese a tener reconocimiento del Gobierno porteño, cada cámara, cada foto y cada restauración del material se paga con dinero proveniente del museo-bar. Aunque las crisis económicas han dejado más de una vez en jaque al museo, siempre ha podido reflotar y evitar el naufragio gracias a la ayuda y apoyo de los socios y particulares. Además , el lugar es muy requerido en el ámbito del cine -aficionado y underground-como locación de grabación, con lo cual , cada tanto puede contar con este ingreso extra.
Buenos Aires no tiene ningún otro museo de estas características. Para saber sobre la historia del club de fotógrafos con cámaras antiguas o conocer la documentación audiovisual no es necesario pagar una entrada ni tomar un café. “Pero si alguien gusta consumir algo-explican los organizadores-, será bien atendido, abonará precios corrientes y se le agradecerá su colaboración con el proyecto”. Quien quiera pasar un buen rato, pase y en un ‘click’ entenderá la magia del lugar.