Moto se rinde ante el Teatro nacional

Una moto se rinde ante el Teatro Cervantes


Marcelo Hidalgo Sola nos lleva a la escena del único teatro nacional y uno de los más bellos del país. Nació del sueño de María Guerrero que lo inauguró en 1921. Ahora se sobrepone a la pandemia, renovado.

La cultura siempre ha sido un faro en la ciudad de Buenos Aires  y uno de sus emblemas, el Teatro Nacional Cervantes.  Las motos aguardarán estacionadas en la esquina de la avenida Córdoba y Libertad, mientras con el grupo de paseadores urbanos, los moto- kultural, nos zambulliremos de lleno en un escenario que guarda la memoria del teatro argentino.

La fachada ya nos ha sorprendido, y luego de estacionar las motos pudimos observar el edificio con mayor detenimiento.  Es un edificio monumental, de corte netamente español  que tomó como modelo inspirador a la Universidad de Alcalá de Henares, la cuna del Siglo de Oro español, construida entre 1514 y 1533.  El conjunto de azulejos, mayólicas, telones, mármoles y diversos ornamentos que completaron la obra,  fueron traídos desde diez ciudades españolas; y la construcción,  demandó el sudor y esfuerzo de unos 700 trabajadores. Finalmente el trabajo se vio coronado con el logro de una reproducción casi perfecta del estilo renacentista que se quiso emular del perfil de la afamada casa de estudios en España.

María Guerrero fue la mentora y quien soñó hacer realidad  la  construcción de un Teatro. Para ello puso todo su esfuerzo en una gesta titánica que había comenzado largo tiempo atrás, cuando nacieron sus sueños como actriz.

Nacida en Madrid en 1867, comenzó su carrera en los escenarios a los 18 años. Pero siempre fue por más. Su obsesión era tener un teatro propio, esplendoroso. Llegó a rogarle a su padre, un tapicero vinculado con la Casa Real, que le comprara una sala.  Sin embargo, ante la negativa de su padre –explica Marcelo Hidalgo Sola– no volvió a insistir con el proyecto, hasta que se casó. Su marido, Fernando Díaz de Mendoza, era un aristócrata español, amante de las artes, y en lo relativo al teatro, su preferencia estaba del lado de las comedias.  Con su esposa, formaron una compañía de teatro para aunar las pasiones y se hicieron de un teatro de nombre ‘Princesa’.

El tiempo transcurrió tranquilo para el matrimonio, entre  bambalinas, ensayos y libretos. Sin embargo, en 1897 viajaron a la Argentina en una gira presentación de su compañía en el teatro Odeón,   y se enamoraron de estas tierras. En un abrir y cerrar de ojos, vendieron el teatro ‘Princesa’, tomaron un barco y desembarcaron del otro lado del Atlántico con nuevas ansias de seguir la aventura  impulsados por la fiebre de ‘hacer la América’ en versión cultural.

Inmediatamente, María retomó aquí su sueño pendiente, el de levantar el más exquisito teatro del país, haciendo honor a su patria. El matrimonio dejó toda la fortuna personal en este proyecto, que para la época fue tan trascendente que hasta el mismo rey de España, Alfonso XIII, se interesó en él. El rey, prontamente desplegó su mano en ayuda de la cultura y ordenó que varios buques de carga española transportaran lo necesario para la construcción del edificio. En nuestro país, los aportes llegaron desde todos los círculos sociales, financieros y artísticos.  El terreno se consiguió rápidamente, pero el Consejo Deliberante Porteño , tardó ocho largos meses en aprobar el proyecto; sin embargo, una vez conseguido el permiso de obra, el Cervantes comenzaba a ver rápidamente la luz.

Comienza la función …

El Teatro Cervantes levantó por primera vez su telón el 5 de septiembre de 1921, a sala completa, es decir con 860 invitados en una gala que sería memorable. La obra de Lope de Vega que se estrenó aquella noche, tuvo a María Guerrero y su esposo como protagonistas. Durante largos días, en la ciudad de Buenos Aires no se habló de otra cosa que no fuera del estreno y del Teatro.

Los lujos con los que contó , incluían un despliegue de 31 camarines para los actores y dos grandes salones para comparsas. Los dueños, María y Fernando, tenían su departamento comunicado con el escenario; las primeras figuras disponían de salones de conversación y tocadores independientes y ,además , había dos amplios vestíbulos para los artistas y sus visitantes.

La programación fue un despliegue de cultura. Por la sala pasó la más exquisita programación: autores españoles, europeos, clásicos , contemporáneos y también,  argentinos; como además , todas  las grandes compañías de Inglaterra, Francia, Rusia, Alemania e Italia.

Pero los tiempos no siempre fueron buenos para el teatro. A mediados de los años 20’, la belle époque del Cervantes como teatro privado llegó a su fin. Los costos de mantenimiento eran altísimos y el matrimonio no pudo afrontar las deudas. El 16 de julio de 1926 el edificio fue a subasta pública. El Estado se adueñó del Cervantes  por iniciativa de  Marcelo Torcuato de Alvear, quien mediante el Banco Hipotecario hizo efectiva la operación. 

Desde entonces por el Cervantes han pasado –y se han formado- innumerables íconos del teatro nacional e internacional.  Hoy sigue siendo un lugar de consagración. Además, funciona como espacio formador en espacios técnicos. Hoy trabajan aquí alrededor de 350 personas. Es un teatro de producción  y por lo tanto,  tiene todo tipo de talleres: de vestuario, de escenografía, de herrería, de pintura escénica, de electricidad; también funcionan laboratorios audiovisuales , de asistencia de dirección  y de producción.

Desde el período María Guerrero hasta nuestros días, el Cervantes es otro y el mismo.  Sigue siendo un faro, con una tradición impresionante que abarcó desde el ritual de los pueblos originarios, siguió con un teatro de conquista y, luego, con otro de la colonia, del virreinato, la ranchería y la tradición gauchesca. Un orgullo que sigue vigente y emocionando a todos los espectadores que asisten a su sala en cada velada. Un legado a cuidar y a transmitir a todas las generaciones porque guarda el legado teatral de nuestro querido país.

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