Marcelo Hidalgo Sola invita a un recorrido en moto tras las huellas de Julio Cortázar, quien como destacado escritor ,recibió por parte de la Ciudad de Buenos Aires diferentes homenajes: una plaza en el corazón de Palermo lleva su nombre. Sin embargo, otras iniciativas quedaron ocultas y olvidadas por todos. Hoy, vamos al rescate de una rayuela.
Salir en búsqueda de una rayuela escondida en la ciudad de Buenos Aires requiere de un clima particular. Un poco de espíritu cortazariano ,o quizás, una nostalgia eterna por el escritor y su pluma . Por ello, si el fin de semana está nublado y un horizonte gris se abre hacia los cuatro puntos cardinales, es todo lo que se necesita para salir al encuentro de un juego bien cortazariano como es la búsqueda de un tesoro porteño cuya pista reside en ser una escalinata.
La idea de dar con el escondite de una escalera con forma de rayuela en la ciudad de Buenos Aires, es un pasaporte a la aventura para todo paseador urbano que sea curioso y un día, porque sí, sienta una honda nostalgia por el admirado Cortázar y ello, lo obligue a salir al encuentro de una perlita o pequeña huella literaria escondida por ahí que evoque fuertemente la impronta del escritor. Palabras como puente, nostalgia, rayuela, juego, Cortázar, escritor, bohemia son un combo perfecto para un día de frío y un paseo. La primera pista oída un día al pasar que despertó la aventura ,es que una bonita rayuela al pie de un puente se había construido en homenaje al querido y emblemático escritor argentino.
Los puentes parisinos en la novela Rayuela evocan la atmósfera perfecta para los paseos sin rumbo hechos como un juego particular de los personajes principales Olivera y la Maga. Perderse en París y caminar hasta encontrarse -explica Marcelo Hidalgo Sola -eran uno de los pasatiempos preferidos de la pareja. Cruzar puentes, seguir el vaivén del Sena o atravesar callejones empedrados era solo parte de un juego de azar para que en algún momento ocurriera el esperado encuentro con el compañero para luego reírse juntos de tan “casual” capricho del destino.
Una rayuela y un puente
Por eso la rayuela construida en homenaje a Cortázar en Buenos Aires se encuentra al pie de un puente. El dato era exacto , me habían comentado que podía llegar a estar en la base de un puente del barrio de La Paternal. Y, como no hay muchos puentes en el barrio de La Paternal, fui directo al grano y enfilé la moto hasta San Martín al 3500. Allí, efectivamente, está el puente y en un lugar casi oculto, imperceptible está la rayuela que buscaba. Es una escalera de hormigón armado con el característico formato divisorio de una rayuela de piso , con su Cielo y Tierra en cada extremo.
A primera vista uno queda un poco decepcionado ante la realidad que ofrece la triste realidad : tiene aspecto de un olvidado monumento. Ciertamente es una rayuela un poco triste, ya que ningún niño la usa y tampoco alegra la vista de los adultos. Yace allí al pie del puente, un tanto inerte y sin ninguna identificación. Emerge sin gracia del asfalto y cuesta reconocer en ese puñado de adoquines toscos un inspirado monumento- homenaje. La realidad, es que luce como una ignota escalinata a ninguna parte. Pero ojalá, llevara como la lectura de Julio Cortázar a algún cielo.
El barrio de la infancia y una rayuela homenaje
Cortázar vivió largos años justo del otro lado del puente, en una casa de la calle Artigas, donde se mudó con su madre María Herminia Descotte y su hermana Memé, a finales de 1920. Allí volvía cada semana y todos los meses de verano entre los años 1934 y 1951, mientras daba clases en Chivilcoy y Bolívar. Este, que fue el barrio de la adolescencia y de parte de su juventud aparecería tiempo más tarde en varios de sus numerosos relatos.
Julio Cortázar , quien escribiera las desopilantes anécdotas de Historias de cronopios y famas tuvo un reconocimiento tardío en su propio vecindario. En 1994, cuando se cumplieron diez años de su muerte, el Gobierno de la Ciudad-en una repentina ola de fiebre cortazariana que se propagó por diez cuadras a la redonda- le puso su nombre a una calle, que está cerca de la Facultad de Agronomía; y también rebautizó este puente que pasó a llevar su nombre .
Por ello, se erigió esta rayuela a modo de homenaje. Pero, opacada por el paso del tiempo y a falta de una placa identifique la escalera rayuela – habían colocado una placa de bronce pero se la robaron hace tiempo-, este bloque de cemento incógnito que simula una rayuela, se ha vuelto un secreto rincón que ya casi nadie visita. Ni siquiera para jugar a ser niños. Por ello, a todos los fanáticos de Cortázar , como un homenaje más concreto, queridos lectores, sugiero que hay que leer sus novelas
Por ello si un día al despertar , el cielo está gris y nublado y se siente honda la nostalgia de la buena literatura, sólo hay que tomar el libro de Julio, “Rayuela” y sumergirse en la aventuras de Olivera y La Maga y sus vidas llenas de anécdotas y recorridos entre los puentes y calles de París.