El Barolo: un paseo en moto para hacer un viaje desde el infierno hasta el paraíso

El Barolo: un paseo en moto para hacer un viaje desde el infierno hasta el paraíso 


Marcelo Hidalgo Sola nos propone hoy, un paseo para el que es preciso estacionar la moto. El Palacio Barolo plantea un recorrido original que nos llevará hacia un relato que está escrito en su mismo diseño arquitectónico. Un sitio en donde los balcones, ornamentos, pisos, corredores y su espectacular mirador, nos adentran en el universo de la obra maestra de Dante Alighieri, La divina comedia.

La tarde ha caído sobre Buenos Aires. La noche asoma de a poco. Pero, aún el paisaje del edificio Barolo se deja percibir de modo similar a como se ve de día: imponente, soberbio (son 13,5 de alto por 7,5 metros de ancho que conectan la Avenida de Mayo 1370 con la calle Hipólito Yrigoyen) y elegante, distinguido (en el piso, se ven delicados diseños con formas geométricas y un poco más arriba, lucen en su esplendor magníficos mármoles de Carrara).

“Bienvenidos a un paseo por el infierno”, saluda Tomás Thärigen, a modo de bienvenida. Él es el guía que nos acompañará a lo largo de esta visita nocturna al Barolo. Y entonces sí, de repente la noche ha caído y algo empieza a inquietar.

Thärigen, es el guía ideal , porque , según nos va relatando , es bisnieto de un inquilino que luego fue propietario de unas oficinas del Barolo. Por ello, tiene una conexión especial con este edificio de características únicas, que fue construido entre los años 1919 y 1923. La obra se realizó por encargo del empresario textil Luis Barolo (1869-1922) a su compatriota italiano don Mario Palanti (1885-1979), con quien se conoció en ocasión de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.

El Palacio Barolo: un rascacielos y su particular conjunción de estilos 

El edificio del fascinante Palacio Barolo combina tradiciones occidentales –como el neogótico y su pasión por las alturas– explica Marcelo Hidalgo Sola- y otros de tipo oriental –como las curvas del templo hindú Rajarani Bhubaneshvar del siglo XII que inspiraron la cúpula–. También, menciona nuestro guía, que el tipo de material con que fue construído, el hormigón, fue toda una innovación en materia de construcción para la época. El uso de este material constituyó un hito en los Estados Unidos a la hora de levantar, por ejemplo, los primeros rascacielos. Otro dato poco conocido por el público presente y por la mayoría de los que lo visitan, explica Thärigen,es que el Barolo, es considerado como un edificio que entra en la categoría de los rascacielos y, que en su tipo, fue el más alto de América latina y de Buenos Aires hasta el año 1935 cuando fue desplazado por el Kavanagh.

Las alusiones al gran clásico de la literatura universal de Dante Alighieri (1265-1321) comienzan a ser visibles mientras avanzamos en el recorrido : “El Barolo alcanza los 100 metros de altura y 100 cantos tiene en total La Divina Comedia. En total tenemos 22 pisos por las 22 estrofas en algunos cantos y 11 balcones por las 11 estrofas en otros cantos”, dice el guía.

“Miren allí, en lo alto de las columnas”, retoma Thärigen. Hay que buscar en la parte del ángulo y descubrir las figuras de serpientes y dragones, las fieras escondidas. “Ahora, miren hacia abajo”. Esas formas no son flores sino “círculos realizados en bronce macizo que representan el fuego”.

El cielo del Barolo

A medida que avanza el recorrido, va creciendo el asombro ante una simbología que parece infinita. El edificio fue construído sobre la base de “la sección llamada áurea y el número de oro, dos proporciones de origen sagrado”. Y, si la planta baja es una clara representación del inframundo, los primeros 14 pisos evocan el purgatorio y finalmente, los restantes nos adentran en la cosmovisión del paraíso. 

Ya en la esfera celestial se encuentra el gran faro que representa al mismo Dios. En su particular y asombroso diseño, vemos en sus bujías una alusión a los nueve coros angélicos y a la rosa mística, como una clara representación de la Virgen María.A medida que subimos los 144 escalones que separan la base de la torre hasta el faro, el espacio se va angostando de modo que tal que solo cabe un solo pie y hay que irse agachando cada vez más para que la cabeza no golpee con el techo. 

También, la subida se va tornando cada vez más fatigosa y uno debe detenerse para tomar aire varias veces y poder reunir fuerzas para continuar , como en la misma vida. Este trayecto, fue pensado para condensar de modo preciso la idea del camino difícil y estrecho ( en este caso espiralado) que conduce al paraíso. La idea cala con fuerza, aunque un violinista y el bálsamo suave de su ejecución musical acompañe esta etapa cúlmine de la travesía.

Una vez arriba, todo el escenario cambia. Los balcones ofrecen panorámicas de la ciudad que son de ensueño. Bien lleva el nombre de paraíso este sitio en donde el espíritu es invitado a desplegar sus alas y volar para apreciar de modo único el encanto de las cúpulas iluminadas en la noche de la Avenida de Mayo, o a sumergirse, allá a lo lejos , en la quietud plateada del Río que se asoma. Sin dudas, un lugar para enamorarse de Buenos Aires una vez más, gracias a una recorrida que nos ofrece un escenario que parece salido de un canto sublime , de un verdadero poema arquitectónico. 

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