Era el año 1978, y las motos siempre me habían llamado la atención. En esos años, nos moríamos por una Triumph, que eran modelos de los 60, o las Gilera Macho, moto producción local, pero que tenia el atractivo de las tipo Enduro. El ideal que yo tenía eran las Españolas, Bultaco o Montesa, el tipo de moto que yo soñaba para andar en las montañas.
Vacaciones en Cumelen
A fin de ese año, íbamos a pasar unas vacaciones en Cumelen, Villa Angostura. Sabía que mi primo Sebastián, un par de años menor que yo, tenía una moto, así que emprendí la búsqueda de algo que me sirviera para hacer un modesto enduro.
Buscando, conseguí una Honda XL 125, que tenia el aspecto y potencia como para un principiante como yo. Despacho en camión la moto hasta Angostura, y en ese mes de enero 79 la retiro, y empezamos, con Sebastián, a buscar sendas y caminos.
En esos años, las montañas alrededor eran abiertas, sin alambrados ni tanta gente y población, por lo que se nos hizo fácil. Subir el Rio Bonito por el costado, ir al Bayo, llegar a Angostura por sendas de montaña.
Búsqueda de otra moto superior
Quedé realmente entusiasmado, por lo que en el correr de ese año 79, me pongo en la búsqueda de otra moto, más potente y más crossera. Es así que encuentro una Yamaha YZ 125, una Pur Sang de Cross, refrigerada todavía a aire, motor 2 tiempos, frenos de tambor.
En ese año, yo había comprado una camioneta Ford F100, por lo que en su caja cargaba las 2 motos, y así fue que me fui a fines de ese año, nuevamente, a pasar enero en Cumelen, siempre con la compañía de Sebastián en las jornadas de moto.
En ese momento, en Angostura había una pista de Cross, a la cual yo iba con mi YZ, para darle vueltas y saltar. Esa moto era muy liviana, creo que no pasaba de los 70 kilos. Para cargar las motos, desprendía el tablos trasero de la camioneta, lo colocaba tipo rampa, y las subía andando.
Probando la nueva moto
Cuando salíamos a trepar montaña por senderos, me daba cuenta que ese motor 2 tiempos, trabajaba muy bien a altas revoluciones, por lo que, para maniobrar en caminos estrechos de subida, era complicado, debía ir trabajando en forma permanente con el embrague para que no baje de vueltas, y en las bajadas, el freno motor era inexistente, por lo que debía trabajar con los frenos, que en esas épocas que eran de tambor, estos no respondían muy bien, sobre todo si se habían mojado.
Un día fuimos a trepar el cerro Bayo, pero por el camino de servicio, que iba zigzagueando la cuesta, con curvas de 15 grados en subida.
Yo iba sudando con el embrague y el acelerador al mango y las piernas buscando apoyo, y el ruido que metía esa moto y en una de esas curvas, viene muy tranquilo el belga Jean Marie, el desarrollador del cerro, con su Montesa, y sin agitarse, bien parado con el cuerpo en posición inclinada hacia la pendiente, nos pasó por el costado muriendo de risa, mientras me decía que no sacara tanto las piernas.
Llegamos arriba con cara de medio muertos, entre el agotamiento y la vergüenza, y luego emprendimos el regreso, cuesta abajo, y dale, ya no me importaba el freno motor ni nada, quería volver a la casa a tomar algo fresco.
Pensé ahí que precisaba una maquina superior, pero eso es otra historia.