Marcelo Hidalgo Sola

En moto hacia el color de la tradición en la Feria de Mataderos.


Marcelo Hidalgo Sola nos invita hoy a un paseo con sabor a campo y tradiciones criollas. Conocer la Feria de Mataderos, es asomarse a vislumbrar de que está hecha nuestra argentinidad tierras adentro. Desde 1986 esta Feria de Artesanías y Tradiciones Populares Argentinas, exhibe productos y costumbres de la cultura del campo, y también , es escenario del colorido de las danzas más típicas de nuestro país.

La Feria de Mataderos es siempre un paseo que reconforta el alma. En moto, se puede se puede llegar al corazón más gaucho de la ciudad en apenas cuarenta minutos. El camino es ágil y llevadero ya que, los fines de semana, la ciudad tiene un paso más lento y apagado. Por ello, se puede transitar con ritmo sereno mientras uno se prepara para disfrutar de un paseo tradicional, pero siempre novedoso. 

La calle principal que lleva a la Feria ya ofrece calma e invita al sosiego. Es una ancha calle con columnas de árboles centenarios que forman un arco y dan reparo con su sombra. El aire agita las ramas frondosas que discurren en suave murmullo y puede verse el sol que se cuela por entre las hojas.

La avenida Lisandro de la Torre , en la semana, es una arteria bulliciosa de este barrio del sur de la capital : Mataderos. Sin embargo, los fines de semana se convierte en una tranquera de campo que nos abre a un viaje tierra adentro.

 

Una feria con el color de las tradiciones y costumbres camperas

La popular Feria de Mataderos nace en la intersección de la Av. Lisandro de la Torre y Av. de los Corrales. Los fines de semana es más que una simple feria, es un paisaje con el color y sabor del campo. La visitan por igual gentes de todas las latitudes– cuenta Marcelo Hidalgo Sola-.Llegan en masa: locales, del interior y turistas . Y el lugar, se llena de color y danzas. Grupos folklóricos despliegan un abanico de piezas tradicionales al compás de pañuelos en mano que son, en su mayoría, de los transeúntes y visitantes ocasionales que se suman espontáneamente a la fiesta. Zapateos y revuelo de polleras, se mezclan con giros y contra giros, mientras suenan sin cesar las zambas y chacareras. Por momentos pareciera una postal de campo pero no hemos atravesado los límites de la Capital Federal. 

En el desfile de puestos se puede ver de todo. Y comprarse de todo y aprender de todo. La vista no puede abarcar la infinidad de artículos que se exhiben para la venta. Por aquí asoman ponchos, mates de todos los tamaños y formas, cuchillos de plata y alpaca labrados, mantas con guardas de diseños criollos, todo muy bien realizado y de calidad.

Cada pieza al ser artesanal, es única. Por ello, cada mate, cada poncho, y cada artículo que está a la venta busca despertar los sentidos de los visitantes. A simple vista, quizás parezcan similares pero la distinción está en los detalles. Un color, una flor tallada en la calabaza, una cinta de color que atraviesa una manta. Pequeños detalles que hacen que cada uno encuentre su objeto especial, como si el corazón mismo del campo lo hubiera acercado a su dueño.

 

Los puestos de la feria como verdaderas escuelas de la tradición

Los puesteros son muy amables. Están bien dispuestos y reciben a todos de muy buen humor. Al ofrecer sus productos, por lo general, también ofrecen verdaderas lecciones del campo y sus tradiciones.

A pesar de que por la pandemia muchos turistas se van de la feria sin probar el mate, se llevan una cátedra de cultura matera encima. Si la ocasión lo permite, los puesteros les explican qué es un mate y todo lo relativo a su particular ceremonia. Entonces, además de irse con un mate bajo el brazo, lo hacen conociendo las técnicas de como cebarlo , y de cómo se cultiva el producto en el interior del país. En media hora de escucha atenta, aprenden de las propiedades de la menta, del burrito, el cedrón, la cola de caballo y demás. Y de los gauchos, que decir, preguntan todo y todo les causa fascinación…

Como toda auténtica postal de campo, el recorrido no estaría completo sin la gran cantidad de ‘paisanos’ vestidos con ropas gauchas que con sus aperos recorren la Feria. Y, si uno llega para el espectáculo de doma, puede sentir que ya no le faltaría nada para ver. En un espacio especial de la Feria, se realiza el tradicional desfile de jinetes montados a caballo. Un despliegue de trotes y carreras en donde se luce la destreza y la belleza de la doma. Aquí, ante la vista de los jinetes y sus caballos, uno puede apreciar la bondad de un animal que regala lo mejor de sí a su entrenador. Un pedacito del campo a vista de todos.

Por ello, visitar la Feria de mataderos, es una excelente oportunidad para subirse a la moto y llegarse hasta el campo sin salir de la ciudad. Disfrutar del paseo, una buena comida al paso, aprender de nuestras tradiciones mientras escuchamos excelentes zambas, puede ser una muy buena oportunidad para reconectarnos con nuestras raíces más profundas que, por suerte, siguen vigentes y se actualizan semana tras semana, en estos pagos urbanos, a minutos de la City Porteña y del conglomerado de cemento.

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