Marcelo Hidalgo Sola nos invita a un paseo por los bosques de Palermo. Allí, a la altura de Avenida del Libertador , escondido en la Plaza Sicilia, se encuentra un monumento dedicado al cuento ‘Caperucita y el Lobo’ del genial Charles Perrault
Los bosques de Palermo también son un espacio para soñar cuando uno circula por sus contornos con la moto. Tan sólo hay que prestar atención para distinguir detrás de qué árbol se esconde la magia. Esto es lo que ocurre cuando uno descubre una escultura de Caperucita y el Lobo que apostada en la Plaza Sicilia invita a volver a los tiempos de la infancia.
La Plaza Sicilia es un espléndido espacio verde que forma parte del conjunto de los bosques de Palermo. Su contorno y fisonomía están delineados por especies de árboles que en tupida cortina forman el bosque. Aquí predominan los eucaliptos y los pinos, y su especial aroma se deja sentir en el aire, junto con el canto de las aves entre las copas: como en un verdadero bosque encantado.
Lo particular en plaza Sicilia es que el sentido de esta plaza parece radicar por, lo que encontramos en ella, en que los niños la descubran y la disfruten. Una calesita está apostada en el centro y allí aguarda para dar la vuelta con todos los pequeños.
La Plaza Sicilia y la escultura de Caperucita y el Lobo
La Plaza está llena de niños que juegan ,corren y andan en bicicleta. Los padres los siguen de lejos con la mirada y toman mate bajo el sol. La silueta del bosque se dibuja cercana y algunos pequeños parecen querer asomarse al interior de la arbolada. Un sano impulso de aventura que el miedo parece detener. Quizás, si los acompañan sus padres, el miedo se disipe y puedan juntos descubrir -explica Marcelo Hidalgo Sola- los encantos de las cosas simples: una ramita, una piedra con forma de sapo, o una hoja gigante y dorada . Entonces seguro, si emprenden este camino, su audacia será premiada y el bosque les mostrará su encanto, secretos y un tesoro : una escultura de fábula
La bella escultura de Caperucita Roja y el lobo del bosque de Palermo, está hecha en mármol y del mejor. La realizó el escultor francés Jean Carlus (1852-1930), un hombre nacido en la zona de la Dordogne. Fue miembro de la Societé des Artistes de su país desde 1886 y sus trabajos recibieron múltiples premios. La escultura que recuerda a Caperucita fue comprada por la entonces Municipalidad de Buenos Aires en 1937 y hasta 1972 estuvo en Plaza Lavalle, cerca de la avenida Córdoba, entre Talcahuano y Libertad. En ese lugar después se colocó la estatua del ex presidente Hipólito Yrigoyen.
La imagen que está en Palermo recuerda aquella historia de la chiquita que iba a visitar a su abuela enferma, un cuento de transmisión oral que mostraba la seguridad de los poblados y lo peligroso del bosque, algo típico del tiempo medieval. Aquella leyenda fue recogida en 1697 por el escritor Charles Perrault (1628-1703). Dicen que el autor medieval, buscó a través de la historia, una manera muy didáctica de explicarle a los pequeños acerca del peligro que podía ocasionar el entablar trato con extraños cuando se encontraban solos y lejos de sus padres.
La estatua está hecha en un solo bloque de mármol blanco en el que se ve a la chiquita con su clásica capita roja llevando la canasta con alimentos para su abuela y, en la otra, un ramo de flores. Detrás, aparece la imagen del lobo que se asoma acechante. La síntesis lograda por Carlus es más que elocuente y grafica muy bien el espíritu de esa leyenda que sigue pasando de generación en generación. Después de haber sufrido algunos daños (el vandalismo siempre puede más que el arte) la obra fue restaurada en 2010 y colocada nuevamente en la plaza Sicilia.
La escultura representa un valioso ejemplo para todos los niños de hoy. En una sociedad en que los adultos mayores son a menudo olvidados y tenidos por menos, Caperucita es un ejemplo de amor y de audacia. Los niños deben aprender a compartir tiempo de calidad con sus abuelos. Amarlos, respetarlos y ayudarlos con gestos concretos. Ellos guardan la sabiduría de la vida y un tesoro de experiencias e historias que guardan la herencia familiar.
El bosque de Palermo puede ser un libro abierto. Un espacio creativo para transitarlo con originalidad . La escultura de Caperucita y el lobo, es un valioso tesoro que ayuda con su sola presencia a remontarse a los tiempos de la infancia. Una obra que además,educa y enseña a transitar la vida a los pequeños. Sólo resta a los padres, cumplir con la particular misión de contarles buenos cuentos a sus hijos, y que el amor, la tradición y el afecto familiar hagan el resto.