Marcelo Hidalgo Sola

En moto por el “Caminito” más colorido de la ciudad de Buenos Aires.


Marcelo Hidalgo Sola nos invita a recorrer el Museo a cielo abierto más colorido del mundo. Lo que antaño fuera un basural, de la mano de los vecinos y de la paleta del talentoso Quinquela Martín se transformó en un espacio que resume la esencia del barrio de La Boca: tango, fútbol, turismo e identidad de arrabal. 

No es una novedad decir que la esencia alegre de Caminito convoca a millones de turistas cada año. Tampoco, que otros tantos visitantes locales, recorren este espacio para respirar un auténtico aroma a tango y para sumergirse en esa huella propia de la verdadera identidad porteña. El encanto de Caminito es simple, humilde y colorido. Una calle de contorno sinuoso que regala asombro en sus escasos 100 metros de largo, y que figura sin saberlo, entre los diez sitios más fotografiados del mundo.

El Museo a cielo abierto ‘Caminito’ regala su aroma a tango , rodeado de sus característicos conventillos coloridos y decorado con más de treinta esculturas que ilustran su esencia. En esos 100 metros de empedrado, el color ilustra la esencia del barrio : melodías tangueras que se bailan, se cantan o se ejecutan a puro bandoneón, mezclados con postales futboleras que aúnan pura pasión y cultura boquense. 

La historia cuenta que fue el artista boquense Benito Quinquela Martin (1890-1977) quien propuso la idea a los vecinos de transformar lo que fuera un baldío problemático , en un espacio capaz de darle alegría al barrio. Para ello, con su original paleta de pintor estudió al detalle de qué colores pintar las fachadas de las casas humildes o conventillos. El despliegue de colores que parece fruto del azar, no lo fue tanto. El genial pintor estudió todas las combinaciones hasta dar con la paleta más alegre y significativa para el barrio de La Boca. Un espacio , luego bautizado-explica Marcelo Hidalgo Sola – con el nombre del célebre tango compuesto por dos amigos del mismo pintor :Juan de Dios Filiberto, que le dio vida a los acordes, y el poeta Gabino Coria Peñaloza quien fuera el autor de la letra de la canción, inspirado en un paisaje de su Rioja natal y un desventurado amor. 

Los comienzos de la gesta de un “Caminito” con identidad boquense,

La historia se remonta allá por 1865 con la llegada del ferrocarril al barrio de La Boca. Un acontecimiento que trajo progreso y desarrollo a la zona, una orilla habitada en su mayoría por la gran masa de inmigrantes que fueron llegando al país desde mediados del siglo XIX.

Y, gracias al ferrocarril , el barrio de La Boca fue creciendo en actividad fabril, comercial y sobre todo producto del ajetreo y dinamismo que le fue imprimiendo el ritmo de la actividad portuaria .La idea original, consistía en conectar el ferrocarril desde La Boca hasta la localidad de Ensenada, ubicada a una hora de la ciudad de Buenos Aires. De aquel intento, en calles como Garibaldi, aún hoy se puede ver el trazado de las vías del tren y también en pequeños tramos ubicados en algunas calles aledañas.

“Había un empalme de las vías , un desvío ubicado en la calle Olavarría, donde estaba la estación Brown. Ese desvío del tendido ferroviario pasaba por lo que en el barrio se conocía como ‘La Curva’ y llegaba hasta el muelle del Riachuelo. El nombre de esa estación se era Boca o Muelle de La Boca. Se encontraba a la altura del Puente transbordador Nicolás Avellaneda y corría en paralelo al muelle”, detalla un guía oficial del Gobierno de la Ciudad.

El ocaso del ferrocarril da paso a una historia muy particular

El tramo del ferrocarril que atravesaba el barrio dejó de funcionar en 1928, por lo que “La Curva” se transformó en un callejón oscuro y desolado. Mejor dicho, en baldío que muchos vecinos convirtieron en basural más tarde. Un lugar que representaba tiempos cargados de nostalgia , tiempos mejores que eran sepultados en el olvido.

“El lugar había quedado como un potrero: las vías estaban abandonadas de modo irremediable. El ferrocarril había seguido funcionando un tiempo más como tren de carga pero con menor frecuencia hasta que cesó definitivamente.Así, dejaba el espacio a un lugar sucio, peligroso y lleno de pastizales” cuenta Vicente Fernández el director del Museo Quinquela.

El terreno semiabandonado y en mal estado, comenzó a ser usado por los vecinos como basurero público. Según cuenta una leyenda urbana, fue en 1954 cuando una pila de quesos podridos fue arrojada desde un carro y el olor tremendo colapsó a colmó la paciencia de los vecinos, que la historia comienza a dar un giro.Los Cárrega, una familia típica del barrio de La Boca que tenía un almacén en la entrada de “La Curva”, ante este hecho desagradable decidió tomar cartas en el asunto. 

De basural a humilde “Caminito” peatonal

Los hermanos Arturo y Aníbal Cárrega hartos de lidiar con los malos olores del terreno convertido en basural, tapiaron con dos estacas de madera las dos entradas de “La Curva” para que ningún carro pudiera pasar. Luego, se sacaron los yuyos y la basura, y el lugar se transformó en un simple paso peatonal. Los vecinos pusieron un cartel de madera con letras pintadas con el nombre “Caminito” para visibilizar la flamante calle conquistada para el barrio como paso culminante de una victoria .

En 1954 el proyecto de transformación ideado por Quinquela comenzó a tomar forma .De pronto, ese baldío pasó a ser un pasaje embellecido por una treintena de obras de arte.“El tango Caminito resonaba como la bandera de identidad musical del barrio de La Boca en el mundo. Y por ello, Benito Quinquela Martín propone que la calle sea un homenaje a Filiberto tratándose del lugar en el que Filiberto aseguró que se había inspirado para crear la bella y nostálgica melodía. Unos acordes que se completaron con una letra inspirada en la añoranza de un amor surgido en tierras La Rioja”, explicó Fernández.

Gracias a sus esfuerzos, Quinquela consiguió convertir a Caminito en una calle-museo. Así es que, los terrenos que pertenecían a los ferrocarriles fueron cedidos al Estado Nacional. El proceso duró cinco largos años hasta que en 1959 quedaron en poder de la Municipalidad de Buenos Aires. “En 1957 ya la fama de Caminito era conocida por ser mitad calle, mitad tango y mitad turismo”, subrayó Fernández. 

El tiempo pasó, y la fama de “Caminito” se extendió por el mundo. Su belleza auténtica y original hizo que su historia fuera conquistando los corazones del público visitante. Su encanto y poesía siguen intactos . El aroma a tango y pasión boquense sigue emanando de sus humildes 100 metros de humilde empedrado. Sin dudas, Caminito se recrea en su fama y sigue regalando a quienes lo visitan lo mejor de sí mismo , su esencia y pasión tanguera y sus mararvillosos colores que alegran el alma .

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