Casa de té en el Jardín Japonés de Buenos Aires

Marcelo Hidalgo Sola , una moto y una especial ‘Ceremonia del Té’ con aroma japonés


Desde 2011, el Jardín Japonés tiene un espacio para recrear una tradicional costumbre del Japón: la ceremonia del Té. Luego de disfrutar de este especial momento, se puede meditar en silencio frente al Ishidoro, un farol típico o mientras se escucha el sonido del agua en la cascada de la “Isla de los dioses”.

El Jardín Japonés de la ciudad de Buenos Aires regala a los visitantes la posibilidad de asomarse al corazón mismo del Japón y de sus tradiciones. Quizás , una sola visita no alcance para internalizar las enseñanzas profundas que el jardín regala a través de la contemplación de cada elemento simbólico que lo compone. Por ello, es fundamental que quien lo visite, se entregue con el alma a la experiencia y a la meditación a medida que recorre los senderos arbolados del lugar.

Uno de los primeros elementos que capta nuestra atención luego de pasar el imponente tori rojo, o puerta de acceso que da la bienvenida al predio, es la contemplación del damero. Grandes cuadrados de pasto verde y cemento macizo se intercalan en el piso y lucen como un gigante tablero de ajedrez . Es bello y desconcertante y también descoloca al visitante que suele interrogarse acerca de su significado. Su diseño está entre las maravillas del Jardín Japonés, una verdadera obra de arte para ser ‘atravesada’ o intervenida con las pisadas de los visitantes . Al intercalar cuadrados hechos de césped y blanco cemento, ese espacio evoca al “verde y vacío, el follaje del pino atravesado por el viento” -como dice un haiku, forma de poema breve tradicional-.Una invitación a pensar en cómo se relacionan los elementos de la naturaleza, en este caso los pinos y el viento del Jardín. “Una experiencia descontracturante” – explica Marcelo Hidalgo Sola- guía y paseador amateur.

Una casa de Té muy ceremoniosa

Una tetera humeante guarda exquisitas hebras cuidadosamente seleccionadas para la ceremonia del té. Momento de sagrada importancia para todos los japoneses. Entonces, los participantes se dispondrán alrededor de la mesa en completo silencio. Los sentidos se agudizarán y se embelezarán con el aroma del té y las fragancias del aire . La clave estará en disfrutar en silencio del regalo de compartir la presencia de los seres amados,reunidos en torno a una taza de té. Gustar del cariño, entremezclado con el aroma de las notas de esta tradicional infusión , según saben en Japón , se dejan sentir mejor cuando prima el silencio y la quietud.

Esta ceremonia ocurre en la casa de Té del Jardín , un espacio inaugurado en 2011, y construido especialmente para este ritual clave en la cultura tradicional japonesa. “La ceremonia es la síntesis de todas las disciplinas y filosofías del Japón”, señalan en el Jardín. Hecha con materiales naturales -madera traída de la selva misionera-, contiene alfombritas -tatamis-, puertas corredizas –shojis- y otros elementos donados por la familia Shimane y traídos especialmente desde Japón. La sobriedad no es casual, sino pensada para que la mente pueda por sí sola orientarse al recogimiento interior. “La idea es apuntalar la concentración, es decir, a no distraerse con los detalles propuestos por los elementos externos a la ceremonia” dicen desde el Jardín.

Ishidoro: el farol o piedra fundamental 

Es un gran farol de piedra. Una linterna posada sobre un delgado soporte de cemento que desafía al viento, a las lluvias y a la nieve – en Japón- . Su foco está puesto en alumbrar, y velar hoy aquí, por el cuidado de las tradiciones japonesas en el jardín.

Éste farol de piedra, Ishidoro, fue un regalo de la colectividad japonesa a la Argentina por los 150 años de la Revolución de Mayo de 1810 y siete años después se empezó a construir, alrededor suyo, el Jardín Japonés. En aquel momento los príncipes herederos de Japón, Akihito y Michiko, luego emperadores, anunciaron que visitarían por primera vez la Argentina y la colectividad local decidió preparar un lugar para recibirlos , con permiso de la Municipalidad. Cuentan desde el jardín que para los días de mayo el farol se cubre de verde vegetación. Un abrazo simbólico entre Argentina y Japón 

Una cascada sonora y los saltos de la vida 

Al cruzar el puente rojo, símbolo y emblema del Jardín uno se encuentra en la “Isla de los Dioses”. Una isla que en su interior tiene una pequeña cascada de agua. Si uno observa con detenimiento, descubre que los cuatro saltos que posee discurren a diferente ritmo. Desde el Jardín Japonés explican que representan a las etapas fundamentales en la vida de una persona. La primera caída del agua evoca al nacimiento y a la niñez; la velocidad del segundo salto, a los años de la juventud, y al desacelerarse, el lento transcurrir del agua nos lleva a la madurez. El último , al reposar tranquilo del agua en el lago, se evoca a un ideal de vejez. Aquí, la propuesta es conectarse con el agua, con su forma de saltar y escurrirse, un motivo para agradecer a la vida por sus dones. Quizás por ello, no es casual que este espacio tranquilo del Jardín sea uno de los preferidos por los visitantes para pasear, contemplar y meditar.

 

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