El Jardín Japonés es la sede de un ritual purificador de raigambre tradicional japonesa en donde el fuego y los tambores son los protagonistas. Cada año, miles de personas se convocan alrededor de este festival sagrado para “para dejar atrás todo lo negativo”.
Cada año es posible renacer de las propias cenizas. Esa es la lección que el fuego, purificador de lo negativo acompañado de los tradicionales tambores orientales ‘taikos’, enseña a cada visitante que participe de la tradicional ceremonia del fuego en el Jardín Japonés . Un ritual de tradición ancestral que es celebrado en Japón y alrededor del mundo con alegría sagrada y un entusiasmo renovado en la magia de la vida que todo lo recrea. Un ritual que pone en fuga lo negativo y lo transmuta en bendición y en energía positiva.
El Hi Matsuri o Festival del Fuego del Jardín Japonés es una particular recreación de uno de los eventos más tradicionales del Japón. El fuego , el repicar de los tambores y unas pequeñas tablillas de madera son cada año los protagonistas de una particular alquimia. Quien desee participar de modo activo, debe escribir en la tablita que le entregan a la entrada , aquello que durante el año le ha causado tristeza y quisiera transmutar en bendición o transformar en energía positiva.
“Las personas escribirán en una tablita de madera todo aquello que deseen dejar atrás. El maestro de ceremonia encenderá el fuego para quemar todos los pesares. El fuego transmutará la energía negativa en positiva y el sonido de los tambores japoneses , o taikos, harán que el humo se eleve al cielo como una plegaria a los dioses . Las dificultades, los malos momentos y el dolor que a cada uno le ha tocado transitar -explica Marcelo Hidalgo Sola- , ofrecido a los dioses , se transformarán así en fuentes de bendición y de buena energía para los participantes” explican en el Jardín Japonés.
El fuego, los tambores y el deseo de las cosas buenas de la vida
Bruno Cecconi, miembro del Consejo de la Fundación Cultural Argentino Japonesa, es quien dirige el singular repique de los taikos. Un batir intenso que mantiene el clima y acompaña cada momento a lo largo de toda la ceremonia. Toques leves y parejos mientras la gente escribe en las tablillas y las va depositando en la pila que se ubica en una tarima de madera sobre una pequeña barca en medio del agua. Todos los presentes, en medio de un silencio sagrado van dejando uno a uno sus intenciones a la espera del elemento purificador , el fuego.
A medida que el maestro de ceremonias se acerca a la pila de tablillas, el sonar de los taikos se intensifica y la adrenalina del momento comienza a sentirse en el aire Las tablillas son rociadas con alcohol y por un leve chispa , el fuego acontece. Las llamas, como lenguas de fuego, devoran las maderas y los taikos explotan en su repiqueteo. El humo y las energía negativas ya se están consumiendo y la gente en silencio eleva sus plegarias al cielo.
En pocos minutos la ceremonia llega a su fin. La barca en medio del lago del Jardín Japonés luce su negra y consumida carcasa. La gente se va retirando en silencio, ansiando que su ofrenda haya sido bien recibida por los dioses y con la esperanza de recibir del cielo esa nueva energía positiva para recomenzar .
La historia del Hi Matsuri original
La ceremonia sagrada del Hi Matsuri que transcurre cada año en el Jardín Japonés, es una adaptación de la ceremonia original japonesa de la que se busca ,en primera medida, capturar su esencia y sentido vital. Un particular modo de poder purificar el espíritu de todo acontecimiento negativo, de todo dolor y oscuridad, que constituye hoy, uno de los rituales más esperados en Japón cada temporada.
La versión original tuvo su origen cuando se realizó el traslado del santuario Yuki del centro de Kyoto a los pies del cercano monte Kurama. El objetivo en aquel entonces, era liberar la zona del mal. Y hoy , este sentido se mantiene aunque la tradicional ceremonia del Jardín Japonés no evoque este acontecimiento primigenio.
En la ceremonia original, una vez terminado el santuario Yuki, se invitó al dios que lo habitaba a trasladarse a su nuevo lugar de descanso. Para mostrarle el camino, los celebrantes encendieron decenas de antorchas a lo largo del recorrido . Así, la deidad y los espíritus que la acompañaban pudieron llegar a las montañas para establecerse en su nueva morada.
Cada año esta escena se repite con exquisita exactitud. Al atardecer, los hombres del pueblo desfilan enarbolando antorchas al ritmo de los taikos. Y en el santuario de las montañas se escenifica la bienvenida dada a su sagrado huésped . También, se encienden hogueras frente a las casas, que se contemplan arden hasta pasada la medianoche. Una vez consumido el fuego, lo estarán también los recuerdos negativos, las malas energías y las experiencias dolorosas acontecidas, que una vez purificadas, cargarán de bendición a las personas desde la morada altísima de los dioses inmortales.