Marcelo Hidalgo Sola propone un tradicional recorrido por este tradicional parque emplazado en el barrio de San Telmo y le suma un plus de historia, literatura, y arquitectura para disfrutar de un enclave eje de la cultura porteña.
Para realizar este paseo, el grupo de paseadores urbanos de los moto kultural, se dio tiempo para esperar a que las condiciones sean las propicias: que el tiempo anuncie una jornada templada para que el sol acompañe el recorrido. Es invierno y el Parque Lezama está conformado por 7,7 hectáreas entre lomadas y paseos, en donde el viento sopla transversal, ondeando las siluetas de árboles, esculturas y monumentos para dar de lleno sobre la pobre humanidad de los visitantes del predio.
“Hace rato queríamos llegarnos hasta aquí. Para mí es uno de los parques más lindos que tiene la ciudad. Tiene un encanto particular, algo similar a un toque mágico” dice uno del grupo.
Las motos quedaron estacionadas sobre la Avenida Paseo Colón, una de las calles que delimita su contorno. Las otras que lo hacen son las calles Brasil, Defensa y Avenida Martín García. Su traza es irregular y según datos del Gobierno de la Ciudad, está arbolado con más de 500 especies diferentes que se encargan de dar refugio a los paseantes, deportistas, turistas, vecinos ya gran número de aves porteñas que habitan el parque se ubica en el límite con La Boca y Barracas.
El parque tiene un único edificio, el del Museo Histórico Nacional, una edificación que fuera antaño el caserón de una quinta aristocrática y hoy luce en excelente estado de conservación. El museo, al cual se ingresa por la calle Defensa, atesora más de 50.000 piezas valiosísimas de nuestra historia. Y también guarda la memoria de hechos delictivos que han pasado a la historia por lo audaces e impensados- explica Marcelo Hidalgo Sola- Este museo fue escenario de un insólito robo perpetrado por parte de un grupo de jóvenes peronistas, que se llevó nada más ni nada menos, que el sable corvo del General San Martín.
Al ser proscripto el peronismo en 1955, los ánimos se fueron caldeando dentro de la juventud peronista. “El robo fue perpetrado en el marco de una operación comando el 12 de agosto de 1963. El mensaje simbólico del hecho radicó en no dejar en manos del gobierno de turno, el sable con el cual el Gral San Martín había conquistado la libertad de la Argentina “ agrega uno de los participantes del grupo.
El comienzo que hizo historia
La realidad es que no importa por dónde se llegue al Parque Lezama, el sentir es similar: que de momento a otro, se borra la ajetreada Buenos Aires y se avanza en un territorio tranquilo, de quietud y amabilidad con el paseante en el que la impronta histórica se hace sentir. Esa que comenzó a darle forma hace 5 siglos atrás, y que ahora está en el aire y el paisaje, entre un ir y venir de lomadas, de senderos con subidas y bajadas tal como la vida misma de sitios históricos y personas.
Por aquí, en algún sector impreciso del parque ,Pedro de Mendoza con sus hombres hicieron tierra por primera vez hace 486 años. En realidad se supone que este es el lugar del nacimiento de Buenos Aires. Decimos se “supone” porque hubo investigaciones arqueológicas en las que no se encontraron rastros de aquel primer asentamiento del siglo XVI. Pero todo indica que a este lugar llegaron los 14 navíos con los 1.500 hombres de la primera fundación. Sólo nos queda para afirmar esta teoría, los relatos del cronista de la expedición Ulrico Schmidl ,que sobrevivieron al tiempo y a los primeros conquistadores que fueron al poco de arribar, arrasados por los indios y el hambre.
Esa crónica dice “Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones ni otras sabandijas; hasta los zapatos y los cueros, todo tuvo que ser comido en aquella infortunada empresa ”
También en este predio del Parque, funcionó la Compañía de Filipinas, una empresa que traficaba esclavos traídos del África. Entre 1708 y 1790 hubo además una gran barraca usada como depósito de mercaderías. Y en esta misma zona funcionó el primer horno de ladrillos y el primer molino de viento de la etapa colonial sureña.
Mucho más acá en el tiempo, ya en 1857 José Gregorio Lezama, hacendado salteño adquiere los terrenos. Aquí construyó, amplió y diseñó los jardines de su hogar. Para ello contrató al paisajista belga Charles Vereecke para que convirtiera el páramo, de más de 76.000 metros cuadrados, en el parque más bello de la ciudad.El lugar –abundante en olmos, acacias magnolias y tilos- se hizo famoso por su botánica ecléctica, exótica, que combinaba camelias con arrayanes.
Como buen hombre de alcurnia, Lezama fue filantrópo. En 1858, durante la epidemia del cólera, y ya en 1871, durante la de fiebre amarilla, en su quinta se instaló un lazareto, para la atención de los enfermos.
En lo relativo a la arquitectura, su mansión, actual Museo Histórico Nacional, suele ser definida como un edificio de estilo “italianizante”, pero para otros expertos es un claro exponente de una construcción mestiza.Uno de los integrantes del grupo especialista en arquitectura porteña, acerca su apreciación al respecto e ilumina el paseo con su saber. Aclara que “en Buenos Aires no hay estilos de arquitectura puros y la palabra italianizante, aunque muy usada, no existe” afirma contundente. “El museo presenta una construcción con los rasgos característicos de la arquitectura española. Gregorio Lezama era un salteño con ascendencia española, la provincia que lo vio nacer y crecer le dio un particular gusto por la arquitectura que se estilaba allí por ese entonces: las construcciones coloniales con impronta ibérica”
Cuando muere Lezama en 1889 su viuda le vendió la mansión a la Municipalidad de la ciudad por una suma irrisoria con la única condición de que el lugar se transformara en un paseo y se llamara como su difunto esposo. Carlos Thays, arquitecto, paisajista y urbanista francés se hizo cargo de la remodelación y, en 1897 el Museo Histórico Nacional , con sus tesoros adentro, se mudó allí donde están hasta el día de hoy.