Marcelo Hidalgo Sola propone un recorrido por este parque que siempre renueva su magia y misterio. Ubicado en el barrio de San Telmo, el paseo propone estacionar la moto y conocer un costado literario , paisajístico y arquitectónico de este enclave eje de la cultura porteña
La primavera se va instalando en el Parque Lezama. El invierno quedó atrás y este predio de más de 7 hectáreas verdes, con subidas y senderos en lomadas va floreciendo. El aire está cargado de un suave dulzor fresco, y el viento sopla ondeando entre las siluetas de árboles, monumentos y esculturas, como invitando a ponerse en marcha para apreciar el misterio que depara el recorrido.
La moto quedó estacionada sobre la Avenida Paseo Colón, una de las calles que delimita y bordea su contorno. Las otras que lo hacen y circundan, son las calles Avenida Martín García, Brasil, y Defensa. Su traza es del todo irregular y según datos del Municipio, posee árboles de 500 especies diferentes que se encargan de brindar abundante sombra y refugio a los paseantes, y esa cuota de misterio que se va tejiendo sola en los matices de luces y contornos que delinea la misma naturaleza del lugar y que hacen a su encanto propio .
La realidad es que no importa demasiado desde dónde se llegue para disfrutar del encanto de Parque Lezama, el sentir es siempre similar: que de un instante a otro, se borra de repente la ajetreada Buenos Aires y se detiene el tiempo y uno se adentra en otro ritmo, más tranquilo, en una atmósfera de quietud y calma.
Donde se cree comenzó la historia de Buenos Aires
La historia de este lugar comenzó a tomar forma hace 5 siglos atrás, y ahora, está en el aire y en los discursos de los guías de turismo que -explica Marcelo Hidalgo Sola- van contando a sus grupos de pasajeros los datos imperdibles y otras curiosidades.
En algún sector de aquí, Pedro de Mendoza con sus muchachos pisaron tierra por primera vez hace apenas unos 486 años. En realidad se cree que este sitio indica el verdadero punto geográfico del nacimiento de la ciudad de Buenos Aires. Esto es tan solo un supuesto ya que en las investigaciones arqueológicas que aquí se hicieron, no se hallaron restos de este primer asentamiento correspondiente al siglo XVI .
Pero todo parece afirmar que fue aquí adonde llegaron los 14 barcos con los 1.500 hombres que sobrevivieron al cruce del Atlántico y realizaron la primera fundación. Un supuesto que afirma esta teoría, son los relatos del cronista que registró la expedición y que llegaron hasta nuestros días.Ulrico Schmidl relato para la posteridad, las penurias que pasó la expedición como la inhospitalidad del entorno, los malones y la escasez de alimento .
Esa crónica apunta “Fue tal el hambre que se desató que no bastaron ni las ratas ni los ratones ni otras sabandijas salidas de la tierra; todo, hasta los zapatos y los cueros, fueron comidos en aquella infortunada empresa ”
La historia también cuenta que aquí, en Parque Lezama operó la Compañía de Filipinas, una empresa que se dedicaba al comercio de esclavos traídos del continente africano. Más tarde, entre los años 1708 y 1790 estuvo apostada una gran barraca que fue usada como lugar de acopio de mercaderías que se comerciaban con Europa. Y, en este se puso en funcionamiento el el primer horno de ladrillos y el primer molino de viento de la Buenos Aires colonial .
Gregorio Lezama y su legado
Ya mucho más cerca de nuestros días, en 1857, José Gregorio Lezama, un hacendado de Salta toma posesión de estos terrenos. Aquí construyó su vivienda y diseñó los jardines que quería para su hogar. Para ello, contrató a un laureado paisajista belga, Charles Vereecke para transformar estas lomadas de tierra con una superficie de más de 76.000 metros cuadrados, en el parque más inspirado y bello de la ciudad. El lugar se pobló así, de una abundante y tupida vegetación compuesta de acacias, olmos y tilos con rincones de magnolias y camelias.
Lezama falleció en 1889 y su viuda, remató la mansión por una suma irrisoria a la Municipalidad de la Ciudad , con la condición sine cua non de que el lugar se convirtiera en un espacio verde para el disfrute de los vecinos de Buenos Aires y llevara el nombre de su difunto esposo. Aquí , otro laureado personaje, Carlos Thays, arquitecto, paisajista y urbanista francés tomó cartas en el asunto y rediseñó por completo el lugar, asumiendo la dirección del proyecto de remodelación. La vivienda familiar de los Lezama sobrevivió al tiempo, y tuvo también un destino feliz . En 1897 se acondicionó para que allí funcionara el Museo Histórico Nacional , y hoy allí, descansan muchos tesoros patrios de los argentinos.