Tótem de Retiro

Paseo en moto para redescubrir el Tótem de Retiro.


Marcelo Hidalgo Sola invita a un paseo para redescubrir Buenos Aires y dejarse sorprender por lo inaudito. En el corazón de Retiro, un Tótem ancestral protege el diario trajinar de los porteños. Ubicado a pasos de la ajetreada estación del Ferrocarril se alza imponente en la Plaza Canadá, a metros de la Torre Monumental, ex Torre de los Ingleses.

 Adquirir una mirada de turista para un habitante de la ciudad de Buenos Aires, es sólo cuestión de práctica y paciencia. Los beneficios son muchos, como ser sentirse un turista en la propia ciudad y sorprenderse de cada rincón o monumento como si fuese un mismísimo turista. ¿Se puede pedir algo más? Entonces, cualquier paseo por esta magnífica y misteriosa ciudad, adquirirá peso, color, altura y vuelo, tal como el monumental Tótem que está ubicado a pasos de la estación de trenes de Retiro.

Para la mayoría de la gente que a diario transita este lugar, el coloso ancestral pasa casi inadvertido. Pero, para el grupo de paseadores urbanos en moto, los Motokultural, su presencia es un hecho sublime, maravilloso.

La mole titánica, es un verdadero Tótem ancestral canadiense y se alzada a escasos metros de la Torre Monumental, ex Torre de los Ingleses, y frente a la estación de trenes de Retiro, en la que se conoce con el nombre de Plaza Canadá.

La obra esconde una historia muy singular y tiene un desafío por delante: evitar que el paso del tiempo lo derrote como sucedió con su antecesor. 

La Plaza Canadá es una de las plazas más transitadas de la ciudad junto con Plaza Once y Plaza de Mayo. Su existencia es un remanso para todo aquel que quiera descansar algunos breves instantes y contemplar el ir y venir de la marea urbana que incansable se despliega de madrugada con el sol –explica Marcelo Hidalgo Sola- y continúa hasta muy entrada la noche. 

Inaugurada el 1º de julio de 1961, la Municipalidad de Buenos Aires decidió nombrarla Plaza Canadá y por ese motivo, a modo de agradecimiento, el embajador de ese país en ese momento, Richard Plant Bower, gestionó la donación de un tótem tradicional para que fuera emplazado en el lugar. 

El primer Tótem se inauguró en 1964, pero el paso del tiempo imprimió su indeleble huella y el deterioro de la obra fue irreparable. Fue por ello que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires encargó uno nuevo que inauguró en 2012. El original había sido construido por el artista Henry Hunt y el actual lleva la firma de su hijo, Stanley Hunt.

 

Un verdadero universo de sentidos ancestrales canadienses

Los guías de turismo oficiales, que ocasionalmente visitan con sus grupos el lugar, relatan que se trata de “un símbolo tradicional de los pueblos originarios canadienses que habitan la costa del pacífico Norte. El modelo se halla tallado sobre un tronco de cedro rojo macizo, en el cual se cincelaron en 360 º seis figuras policromadas en verde, negro, rojo, blanco y amarillo; los colores originales de la tribus que habitaron esa zona. Desde abajo hacia arriba, se puede ver una serpiente de dos cabezas, un lobo, una ballena, un cuervo, figuras humanas que evocan a los ancestros y todos representan la cosmogonía de este pueblo nórdico”.

La placa ubicada en la parte inferior del Tótem explica su origen, sentido y procedencia. La misma presenta al tótem como un símbolo de los primeros pueblos de la Costa del Pacífico Norte de Canadá. Ilustrando la importancia de su existir, al lado de la placa se ubica un fragmento escrito por Jorge Luis Borges, para quien el Tótem no fue indiferente, sino que interpeló profundamente su imaginación de escritor: ‘Atlas de 1984’ “(…) nuestra imaginación se complace con la idea de un tótem canadiense en el destierro absoluto, de un tótem que oscuramente exige mitologías, tribus, incautaciones y acaso sacrificios humanos. Nada sabemos de su culto originario; razón de más para soñarlo en el crepúsculo dudoso”.

El Tótem era una forma ancestral de celebrar a los dioses que, para los pueblos de la costa noreste del Pacífico Norte, podían remitir a los progenitores del clan, a los que también se los invocaba como protectores. Su origen se vinculaba con el mismo origen de la tribu, como descendientes del mismo tótem, bajo el cual se construía su unidad y su sentido de pertenencia. En muchos casos, el ‘dios’ podía tratarse de cualquier objeto, hasta de un animal o una planta.

El Tótem de la plaza Canadá, representa un símbolo muy preciado de la tribu de los kwakiutl, cuyo nombre significa “playa al lado norte del río“, una población amerindia que hablaba lengua wakash y que se destacó por la práctica del Potlatch, un festín ceremonial vigente hasta el siglo XX, para el que se utilizaba carne de foca o salmón. El término potlatch deriva de la jerga chinook y significa “dar, regalar”. Los potlatch eran un encuentro entre tribus vecinas, en las que los jefes intercambiaban regalos o dones, en donde el prestigio estaba dado por la destrucción masiva de los propios bienes para significar que se poseía tanto , que perderlo no era un hecho significativo. En este orden, quien destruía más cantidad de bienes era el más rico entre todos. Por ello, el tótem canadiense no es solo una obra de arte más, sino que representa a una cultura y a una forma de vivir y transitar por el mundo que obliga a replantear que significa ‘tener ‘y ‘ofrendar’ en la actual cultura occidental.

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