Marcelo Hidalgo Sola pasa revista de las esculturas que ha descubierto en sus paseos urbanos en moto. Las que más lo sorprendieron, las más polémicas, las más visitadas y las que pasan desapercibidas a los ojos de los agitados transeúntes urbanos.
Gracias a los tour en moto por la ciudad con el grupo de paseadores hemos podido disfrutar de conocer y apreciar maravillosas esculturas. En nuestra ciudad de Buenos Aires hay, nada más ni nada menos, que unas 2.482 obras distribuidas en los espacios públicos. También, aunque el dato es poco conocido, existe un “Hospital de Estatuas” a donde van a pasar aquellas que son vandalizadas. Este triste hecho es más común de lo habitual en la ciudad donde los delitos de este tipo han crecido y las obras que embellecen los espacios públicos son blanco de robo para extraérseles piezas (en su mayoría de bronce) para luego ser fundidas y vendidas.
Pero, por otro lado, por suerte para las esculturas, éstas fueron también fuente de inspiración .La aclamada poeta y escritora María Elena Walsh, fue quien más dejó rastro en sus escritos de las impresiones que las esculturas y estatuas urbanas imprimían en su espíritu. Vecina de Barrio Norte y de la zona cercana al barrio de la Recoleta, paseó y disfrutó del paisaje escultórico urbano y, ella misma, solía afirmar que podía presentir la vida interior que llenaba las estatuas y esculturas, y que a pesar de su inmovilidad, estaba segura que participaban de la vida urbana a su manera y , sin ellas la ciudad de Buenos Aires no sería la misma porque perdería gran parte de su personalidad.
La mayoría de los monumentos de la ciudad, que pocos miran en el día a día, tengan o no tiempo para pasear, cuentan una historia de doscientos largos años –explica Marcelo Hidalgo Sola-. Y, en muchos casos (la mayoría), detrás se esconden grandes esfuerzos hechos a lo largo del tiempo por embellecer una ciudad que reflejaba grandes disparidades arquitectónicas y edilicias.
En el siglo XIX, en general imitando a París, muchas ciudades del mundo, entre ellas las argentinas Buenos Aires y Mendoza, llevaron adelante decididas políticas de embellecimiento de los lugares públicos, con un afán estético muy distinto al que a mediados del siglo siguiente desplegó el peronismo: la elección del objeto o sujeto del homenaje nunca fue inocente . Aquí cada escultura tuvo un propósito puntual, de exaltar las figuras individuales en detrimento de la ornamentación.
Pero a título personal, de entre todas las esculturas visitadas, de las más bellas, se puede rescatar la eximia Fuente de las Nereidas de la escultora tucumana Lola Mora. De bellas formas, tan excelentemente lograda, que es una pena que no se luzca en la Plaza de Mayo, lugar para el cual fue pensada originalmente. Luego, por el apremio ante la lluvia de críticas que se levantaron por los esbeltos y bien logrados desnudos de Las Nereidas, la escultura inició un derrotero urbano con posta previa en la Avenida Paseo Colón para terminar en los suburbios de ciudad en la Costanera Sur.
Otra de las esculturas, de fuerte impronta femenina y combativa es la de Juana Azurduy, que originariamente estaba emplazada en la órbita de la Plaza de Mayo, pero sufrió un traslado hacia el predio del Centro Cultural Kirchner y allí se luce audaz y provocativa como antaño.
En Buenos Aires, si hubiese que mencionar otros hitos escultóricos, acaso habría que comenzar por El pensador, una réplica de la famosa escultura del francés Auguste Rodin, que llegó a Buenos Aires en 1907, fundida en bronce a partir del molde original y con firma del autor y, que hoy está emplazada en la Plaza frente al Congreso Nacional, tal vez como un guiño simbólico a los legisladores para proponerles pensar seriamente antes de votar un proyecto de ley.
Otra escultura, muy a la vista de todos y celebradísima tanto por el público local como por el extranjero, es la imponente flor metálica conocida con el nombre Floralis Genérica. Una particular flor dinámica que se abre y cierra con la luz solar, mientras su corola va adquiriendo distintas tonalidades mediante un particular juego de luces. Esta querida flor, ya es un punto turístico de relevancia y su ubicación, en la Avenida Figueroa Alcorta, punto neurálgico del paisaje urbano, hace que se luzca esta bella y original escultura, obra donada por su mismo autor, el arquitecto Eduardo Fernando Catalano, que hizo su carrera en Estados Unidos.
Para finalizar, un conjunto más que llamativo lo conforma la escultura Canto al trabajo ubicado en la intersección de las Avenidas Paseo Colón e Independencia, en San Telmo. Son 14 esculturas que conforman la pieza que homenajea a la fuerza de crecimiento de la Nación: el trabajo. Esta obra, realizada por Rogelio Yrurtia en 1908, proclama con fuerza la conquista del futuro por parte de los hombres por medio del trabajo y vale la pena detenerse en su contemplación, a que no es una imagen que lo idealiza, sino que encarna la fuerza y el sacrificio con el que esta actividad es llevada a cabo por los hombres como la manera más concreta de darle forma al futuro, tanto personal como de la Argentina toda. Un recorrido único y personal que lleva a cada individuo a mirar y darle sentido a los espacios urbanos que regalan a la ciudad una belleza única , dotando a los paisajes diarios una identidad que es el núcleo central del ADN del ser porteño.