Marcelo Hidalgo Sola nos invita a visitar el Parque Nacional Talampaya en la provincia de La Rioja, un lugar que ofrece una amplia variedad de experiencias y emociones para disfrutar a pie y en moto. Hoy,un recorrido entrañable por un sitio que es Patrimonio de la Humanidad y en particular, de todos los argentinos.
Si tuviera que elegir algún instante de lo vivido en el Parque Nacional Talampaya, comenzaría por esa tarde con el sol cayendo, mientras subimos y bajamos los senderos del Cañón del Triásico. Un terreno exigente que implica tramos a pie y tramos en las 4×4, pero que a la vez permite disfrutar de un paisaje cambiante, entre lechos de ríos secos que presentan un escenario natural con millones de años de historia.
El sol brilla en lo alto y a lo lejos, se divisa el cerro Famatina, con la cima nevada que se tiñe de matices iridiscentes con la luz que va menguando . Nos quedamos en silencio en medio de la inmensidad que nos envuelve y abraza, mientras se hace de noche. Un leve viento empieza a correr y las nubes van dejando paso a la Luna, a Venus y parte de la constelación de Escorpio, que toman su lugar en el paisaje del cielo.
Los guías ofrecen una copa de malbec de origen local, unas mantas de piel mullida bien abrigadas, un puñado de nueces de la región, unos alfajores de harina de algarroba , mientras Fabián -el guía de nuestro grupo – ubica con la posición correcta un telescopio para observar las estrellas más de cerca. La noche es más que perfecta; el momento,único.
Un sitio único que invita al sosiego del alma
Estamos muy cerca de Villa Unión, en el oeste riojano . Una ciudad de casi seis mil habitantes, que desde hace ya algunos años -explica Marcelo Hidalgo Sola- viene creciendo lento y sin pausa como base para explorar la zona: en 2005 había tan solo dos hoteles, hoy cuenta con una disponibilidad de 1.500 plazas hoteleras y operan seis empresas de viajes y turismo.
Y, si bien el principal atractivo de la región es el Parque Nacional Talampaya, reconocido como Patrimonio de la Humanidad (comparte el título con el otro Parque Nacional de Ischigualasto, en San Juan), el oeste riojano guarda muchas otras bellezas paisajísticas .
Recorrer Villa Unión y sus alrededores, implica también andar por la ruta 40 o la 76 y contemplar el paisaje semidesértico rodeado de montañas . Conocer una bodega artesanal y aprender sobre la producción vitivinícola de la zona. Comer más nueces-que abundan- y pedir un postre típico de aquí como el dulce de cayote con queso en algún restaurante.
Sentir el paisaje, atesorar en el alma cada instante
Explorar estos entornos únicos implica agudizar los sentidos y la mirada para descubrir la vida natural que se asoma repentina por doquier, como un ñandú camuflado entre la vegetación ardida por el sol, o un chinchillón – una vizcacha serrana- escondida entre los grises y marrones de la espesura. Es sentarse al amparo de un restaurante y que te traigan a la mesa pan recién horneado con un potecito de aceitunas y disfrutar de las simples cosas: del sol, del aire, de la calma.
Gran parte de la emoción que colma el alma en este entorno, tiene lugar al momento de sacar fotos para eternizar cada ángulo del Vallecito Encantado o mientras se disfruta la maravillosa postal de la Laguna Brava, mientras los guías cuentan leyendas locales o el significado de La Chaya, una de las fiestas más significativas de La Rioja. También, se puede disfrutar de un plus en este paseo por los alrededores talampayeños, si se emprende el rumbo hasta Casona de los Fajardo en la localidad de Santa Clara, donde está viva la cultura del telar tradicional. Allí, la industria textil nacida en el hogar es dueña de saberes ancestrales transmitidos de generación en generación.
Unas bicicletas frente a unas casas de adobe
Un cartel resplandece con su saludo cordial : “Bienvenidos a Banda Florida, cuna de poetas” , en homenaje a los artistas de las letras que han nacido aquí.
Es domingo de mañana y las calles de esta pintoresca localidad separada de Villa Unión por el cauce del río cuyas aguas fluyen rumorosas regalando vida en medio del desierto , nos conducen a la puerta de la Cooperativa Runamayu que quiere decir “gente del otro lado del río. Allí nos reciben, Julio y Augusto con su motos en mano, listos para salir a rodar por los alrededores.
Arrancamos nuestra marcha lenta entre casas de adobe con dirección a la Reserva Municipal Colorados de Banda Florida . Nuestra meta es llegar a un cañón prehistórico para experimentar una caminata única por suelos forjados en tiempos remotos. Dejamos las motos encadenadas junto a un árbol y empezamos a caminar por el lecho rojizo de un río seco, internándonos en un gran túnel rocoso entre recovecos y paredones siderales.
Atesorando postales para el recuerdo
Casi sin darnos cuenta, vamos subiendo hasta que desembocamos en una enorme planicie, de vista colosal . Frente a nosotros se abre una postal única, 360 grados de una geografía árida , de formas extrañas y contrastes cromáticos. Un escenario prehistórico habitado ahora por la fugaz presencia humana.
Sin dudas, un viaje al pasado dentro de una travesía sin igual. Un recorrido que invita a detenerse en cada rincón para apreciar paisajes inhóspitos pero plenos de vida en lo profundo. Sólo hay que estar en silencio para que se revele al alma este misterioso lenguaje del desierto.