Una mirada al pasado nos remonta a realizar un viaje imaginario a los contornos de lo que fuera el espacio urbano de la actual avenida 9 de julio y Cerrito. Una pulpería afamada y una iglesia que luego fue removida, nos convocan hoy.
Muchas veces caminamos en la ciudad por sitios que, de tan familiares, creemos que siempre esas esquinas o edificios han estado ahí. Sin embargo, hoy con los moto kultural hacemos un viaje imaginario al pasado para conocer historias de otros tiempos y conocer que ocurría en la época de la colonia por estas calles y paisajes archiporteños, como son la zona de a actual avenida 9 de julio y sus alrededores: la avenida Corrientes y Cerrito, por ejemplo.
Los guías urbanos que componen el grupo motoquero se turnan para hablar, cada uno fue preparando el hilo de la historia que acercan hoy y muy entusiasmados la comparten con todo aquel que quiera ser parte del improvisado público.
Comienza el relato al estacionar las motos en la esquina sur de Cerrito y Corrientes, en el solar donde hoy se encuentra el Banco Francés. Aquí, en esta esquina se ubicó durante mucho tiempo una pulpería con una historia especial. Por la época de la colonia las pulperías eran fundamentales en la Buenos Aires de entonces y de principios del siglo XIX. Había tantas que se las denominaba “esquinas”; en 1813 se contaba una cada noventa y cuatro habitantes. Eran a la vez almacenes y allí se despachaban bebidas y aguardientes, también y sobre todo eran espacios de reunión, de música, y de juego y también casas de empeño y fiado. En ellas los porteños compraban la mayoría de los productos que consumían: pan, yerba mate, azúcar, arroz, aceite, tabaco y carbón-relata Marcelo Hidalgo Sola.
La pulpería emplazada en diagonal a la iglesia de San Nicolás pertenecía en el momento de la Revolución de Mayo a Genaro González, apodado “Salomón”. Era un lugar importante de reunión en el barrio y el pulpero era un personaje de gran influencia en San Nicolás. Fue capitán de la milicia y se convirtió en un líder popular que actuaba en la política porteña por su posibilidad de movilizar gente. En octubre de 1820 fue uno de los dirigentes del levantamiento de la milicia urbana contra el gobernador de la provincia, después del cual fue juzgado y fusilado. Su hermano Julián González heredó la pulpería, el apodo Salomón-que agregó a su apellido-y también la capacidad de actuar en la política callejera porteña. Estuvo en la milicia y fue juez de paz. Se ligó al partido federal y cuando Rosas llegó al poder se volvió uno de sus partidarios más fervorosos. En 1833, fue uno de los fundadores del club de rositas fanáticos, la Sociedad Popular Restauradora, de cual pronto se convirtió en presidente y que se reunía en su pulpería. Salomón, cuyo tamaño físico era imponente, se encargaba de realizar manifestaciones a favor de su líder y de vigilar a los sospechosos de ser enemigos del régimen. Muchos sostienen que murió en una emboscada que le tendieron sus acérrimos enemigos y su leyenda como pulpero y político pervivió en el tiempo.
Las motos estacionan frente al emplazamiento de la primitiva iglesia San Nicolás de Bari.
Cerca de donde se emplazó la pulpería de Salomón, se ubicó la muy afamada iglesia San Nicolás de Bari. Tal vez muchos visitantes de la pulpería se cruzaran a rezar por su alma, pedir por alguna causa perdida, o purgar algún pecado. Lo cierto es que la iglesia fue “traslada”, es decir, se la derribó cuando comenzaron a diseñarse las obras de ampliación de la avenida 9 de Julio, momento en que la avenida cobró su aspecto actual y su fama mundial de avenida más ancha del mundo. Hoy la vemos coronada con el esbelto perfil del obelisco que da a Buenos Aires su sello de metrópolis y la distingue y presenta ante el mundo.
Desde este punto, nos remontamos al pasado. Y si tomamos como eje una perspectiva histórica, debemos utilizar como referencia la actual calle Libertad, llamada así desde 1822. Por ella discurría un zanjón de aguas pluviales conocido como el “Tercero del Medio”, que tenía su origen en la actual Plaza Congreso y marcaba el límite oeste del plano trazado por Juan de Garay. Del otro lado, se sucedían primero tierras bajas y pantanosas, luego más al norte y al oeste, se multiplicaban las quintas y el descampado monótono de la pampa. La iglesia de San Nicolás de Bari atraía y contenía las almas de los feligreses y de los no tan santos merodeadores de la zona. En aquellos tiempos en los cuales estas calles de hoy, eran casi un desierto. Parajes tan inhóspitos y alejados que por la calidad de esta gente orillera y poco sociable, el barrio era conocido como “el barrio Recio”.
La capilla de San Nicolás de Bari, concluida en 1727 en la esquina de las actuales avenidas Carlos Pellegrini y Corrientes, fue una donación del capitán de Domingo de Acassuso, quien también había encargado la construcción del oratorio que dio origen al pueblo de San Isidro. Don Domingo falleció al caer de un andamio mientras revisaba las obras de San Nicolás, poco antes de la finalización de éstas. La iglesia no se constituyó en parroquia hasta 1769. En 1812, desde una de las torres, la bandera celeste y blanca que Belgrano creó para distinguir a los ejércitos de las Provincia Unidas del Río de la Plata, ondeó por primera vez en la ciudad al celebrarse una misa de acción de gracias por el fracaso de la conspiración de Martín de Álzaga.
Este templo, al ir adquiriendo relevancia para la sociedad porteña, fue el que le dio su nombre al barrio. A pesar de su importancia histórica, no se dudó en demolerlo a la hora de comenzar las obras de la avenida 9 de julio, recién cuando fue asomando la década de 1930. Para consuelo de los feligreses de entonces y de hoy, la nueva iglesia de San Nicolás de Bari se levanta en el barrio del Retiro, sobre la avenida Santa Fe, y luce un imponente perfil arquitectónico con unas bellas escalinatas que le dan la bienvenida a todo aquel que quiera visitarla para homenajear al santo patrono del barrio a quien muchos niños conocen también como papa noel.