Viajar-Motocicletas

Marcelo Hidalgo Sola, una moto y los túneles de Buenos Aires


Un viaje a una ciudad bajo nuestra ciudad. Los túneles que han sido objeto de toda clase de mitos y leyendas hoy se pueden recorrer y disfrutar. Un paseo para estacionar la moto y dejarse llevar por el misterio de la Buenos Aires secreta que yace oculta desde el siglo XVII.

Las motos quedaron al resguardo del patrón de la Manzana de las Luces: San Ignacio de Loyola. Mientras con el grupo urbano de paseadores culturales nos internamos en la entraña de la ciudad, atrás van quedando las bocinas, el bullicio y el humo de los colectivos. Aquí a seis metros de profundidad bajo tierra, todo adquiere otro matiz. Pareciera ser un desplazamiento más temporal que físico, en reversa, hacia el pasado remoto. Recorremos hoy, un túnel jesuítico de principios del siglo XVIII, por debajo de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, la más antigua de Buenos Aires.

En la penumbra, dando pasos sobre el suelo de tierra, vemos los golpes de pico sobre la tosca: indican que la bóveda fue cavada de sur a norte. La altura, entre un metro y medio y dos, nos da una idea de lo que medían los excavadores, muy probablemente esclavos o aborígenes de las misiones.

Arriba, afuera entre Alsina y Moreno, Montserrat es siglo XXI. Por un momento quedan fuera de nuestro pensamiento las multitudes, los ruidos urbanos. Hacia nuestras espaldas se levanta el Colegio Nacional Buenos Aires y al frente está la Plaza de Mayo. Aquí debajo del mundo, se siente húmedo y frío y todo es silencioso. En las paredes laterales vemos dos hornacinas talladas en la hosca-cavidades en donde se apoyaban las velas- y las marcas que dejaron las herramientas en las paredes. Este pasadizo subterráneo fue abierto hace tres siglos, a pico, barreta, pala, capachos (baldes de cuero) y parihuelas, especie de camillas para transportar el material, arcilla con cal.

“Este túnel, el único jesuítico que hoy se puede recorrer, formaba parte de una red inconclusa. Hay muchas leyendas, y poca investigación seria”- explica Marcelo Hidalgo Sola– “Fueron construidos para la defensa de la ciudad y para la conexión entre sitios estratégicos. Los jesuitas llegaron en 1608. Primero se asentaron en la Plaza de Mayo, en una iglesia construida con barro y paja, porque acá no había piedras. En 1661, hace 360 años, se mudaron a esta zona, después llamada Manzana de las Luces”.

Se calcula que los túneles son de principio del siglo XVIII. Nunca se encontraron los planos originales; lo que no quiere decir que no aparezcan; algunos dicen que habría que investigar exhaustivamente en el Archivo de Sevilla. En Europa se usaban pasadizos subterráneos con ingeniería militar que conectaban edificios y servían como defensa. En América, los incas, los mayas y otras civilizaciones avanzadas, también. No es casual que los jesuitas los hayan construido acá, donde se levantaron tantos edificios. Y en una ciudad portuaria, donde el río llegaba hasta la avenida Paseo Colón.

A mediados del siglo XIX otros túneles cercanos fueron noticia, acaso de un supuesto plan para atentar contra Juan Manuel de Rosas. El 3 de febrero de 1848, durante la excavación de un foso, se encontró un túnel en Belgrano 93, que conducía a la propiedad de Claudio Stegman. Los rosistas acusaron a Stegman de planear el asesinato de Rosas; los unitarios replicaron que se trataba de una mentira de los federales. El episodio llevó a una pericia en la que aparecieron, por lo menos, otros dos túneles.

Entre Juan Manuel de Rosas y el contrabando porteño

Nuestro guía explica que en esa época Rosas vivía a la vuelta, en Perú y Bolívar, en una casa de la familia de Encarnación Ezcurra, por lo cual, la teoría de la conspiración para asesinar a Rosas no podía ser descartada, pero lo cierto es que nunca pudo ser comprobada la acusación contra Stegman. En una época donde el contrabando estaba a la hora del día, una red de túneles para vincular distintos puntos en la red de comercio ilegal , tampoco era descartada, pero dada la estrecha vinculación entre poder y negocios, las investigaciones entonces nunca llegaron a buen puerto.

La otra hipótesis de la historia cuenta una versión diferente y más patriótica “En frente, cruzando la calle Perú, estaba la ranchería donde se alojaban los indios que venían de las misiones. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, se transformó en el famoso Teatro de la Ranchería (Alsina y Perú) que finalmente se incendió a finales del siglo XVIII. Durante las Invasiones Inglesas, el regimiento 71 de los Highlanders se alojó ahí. Felipe de Sentenach, ingeniero y comandante de las milicias locales, ideó el plan de cavar un túnel enlazando con los existentes para llegar a la ranchería y volarla” comenta nuestro amigo y guía. “También cavaron, dicen, desde la iglesia de La Merced hacia el Fuerte, en donde estaba William Beresford. Esos túneles eran de comienzo del XIX, ya no jesuíticos y quedaron inconclusos”.

 

De colegios, estudiantes, túneles y protestas

Ya en el siglo XXI , en septiembre de 2013 ocurrió un hecho verídico: cinco alumnos del Buenos Aires que participaban de una toma del colegio cruzaron a través del túnel de San Ignacio hasta el templo y cometieron actos de vandalismo, como quemar muebles y hacer pintadas anticatólicas; por ejemplo: “La única iglesia que ilumina es la que arde”. Ocho años después ese pasadizo subterráneo, ahora abierto a los visitantes, se puede observar claramente el boquete por el que ingresaron a la zona del altar.

Los túneles reabiertos en noviembre de 2021 ya han recibido a miles de porteños y turistas curiosos. Aquí hay historia, aventura y misterio, todo en un solo paseo. Se espera que las visitas guiadas logren convocar al público y entusiasmarlo a investigar y aprender un poco más de la historia de Buenos Aires. Mientras tanto, las visitas guiadas son durante algunos días y en horarios determinados. Para coordinar y poder presenciar este espectáculo subterráneo hay que escribir a visitasguiadas@sanignaciodeloyola.com.ar y ya estarás con un pie en las entrañas del pasado y de la historia de la ciudad.

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