motos poetas y tango

Ignacio Sáenz Valiente nos lleva en moto hasta la cuna de Homero Manzi


La esquina más poética del tango y del barrio de Pompeya sobrevivió   al barro, a las inundaciones  y ahora le toca desafiar al deterioro del tiempo, luego que Gregorio Plotniki, su guardián fiel falleciera en julio de 2020.

Guiados de la mano de un experto en circuitos urbanos, nos subimos a la moto  para  orillear el Riachuelo hasta el cruce de las calles Centenera y Tabaré.  Estacionar en esta esquina, también conocida como “de poetas”  es como estacionar en el corazón del tango porteño. Un busto de Homero Manzi destaca sobre la vereda y en una gran chapa, que antaño servía para colgar anuncios publicitarios, hoy se luce la letra del tango Manoblanca, cuya autoría es del mismo Manzi y que le diera a la esquina el pasaje a la inmortalidad.

La moto frente al  escenario que inspiró al gran poeta tanguero Homero Manzi.

La idea de fundar un museo para rescatar la memoria  poética y artística del barrio y dejar un legado para la ciudad, nació del mismo morador de la vivienda donde hoy se levanta el Museo Manoblanca, en la misma esquina que mencionara el famoso tango… “Hoy me esperan sus ojos en la esquina de Centenera y Tabaré”. Allí vivío su fundador, Gregorio Plotnicki hasta el día de su fallecimiento en julio del año 2020, a los ochenta  y pico. Él se levantaba de madrugada, realizaba la limpieza del museo, recibía a los visitantes y hacía de guía de turismo por el lugar, todo ello desde el año 1983 en que lo fundó.

 Plotnicki se mudó  a la vivienda, hoy museo, junto a  sus padres, inmigrantes polacos , en octubre de 1945 .  Luego se casó y en ese mismo lugar crío a sus hijos-explica entusiasmado Ignacio Sáenz Valiente.  Su historia, es la historia del barrio, del tango y de sus gustos personales como coleccionista.

Entrar  a la Casa Museo Manoblanca,  es entrar a un desfile de obras de arte y objetos de todo tipo,  a un escenario repleto de micro historias que, quienes tienen algunos años encima, podrán ir desentrañando y armando su propio rompecabezas de sentido.

Plotnicki se definía  así… “soy basurero, voy por la calle, veo algo y lo levanto…me da lástima que lo hayan tirado”.

La moto en la puerta de un coleccionador de pequeñas historias.

Fue su padre quien le decía que era un “juntador de cosas” y ante este pseudo reclamo, Plotnicki comenzó a  llenar vitrinas con todo lo que había juntado en su vida. Es en esta anécdota donde puede encontrarse la piedra fundacional de su museo. Primero,  dice que juntó estampillas, siendo muy pibe; para ello aprovechaba los envíos de los vecinos que recibían correspondencia del exterior y acopió gran cantidad de estampillas de todos  los países del mundo. Más tarde siguió con la numismática (monedas) y luego con todo aquello que a su criterio mereciera ser coleccionado. Así es como hoy podemos encontrar una importante colección de cajitas de fósforos, aceiteras, algunos ejemplares de su colección de más de treinta buzones alcancías; hay relojes, radios, medicamentos, muñecos, cajitas de chicles Adams, jabón Sunlight, jabón Federal, gomina Brancato, Glostora, cocinas de juguete para nenas, un Topo Gigio, una canilla de metal con forma de cabeza de cisne de las usadas en los bares, una máquina de escribir Hammond, la máquina para cardar la lana de los colchones, prendedores, una balanza, un bandoneón y otros muchos más objetos que hacen del listado una hazaña infinita.

Las fotografías que tapizan las paredes también ofrecen postales de la historia del barrio: las farmacias, las calles y los sucesivos cambios del Puente Alsina, están allí a resguardo del olvido.

La moto aguarda frente a un tesoro que guarda la memoria del arte del fileteado.

Uno de los orgullos de Plotnicki fue el espacio de fileteado  que supo armar  en su casa museo. Pueblan sus paredes obras de los más destacados artistas del rubro y del considerado “maestro absoluto” en esta arte: León Untroib.  El artista , polaco como la familia Plotnicki,  supo ser un  amigo entrañable , que en cada visita a la casa museo , solía acercarle alguna obra. Así Plotnicki pobló su colección particular,  que incluye en su haber retratos fileteados de las más destacadas figuras del tango porteño y a los artistas más populares de todas las épocas. Los originales del maestro Untroib se lucieron en las paredes del museo hasta que su dueño fue víctima de múltiples intentos de hurto, razón por la cual decidió repartir los originales entre sus hijos y embellecer las paredes con ampliaciones enmarcadas de los cuadros originales.

Plotnicki le hizo espacio y justicia a este arte único desarrollado en las orillas del Río de la Plata en el siglo XX.  Arte popular y porteño por excelencia nacido para decoración de los carros que circulaban en la ciudad,  pronto se extendió al transporte público en los históricos colectivos Mercedes Benz que la recorrían. Curiosamente, recién en 2015, el Gobierno de la Ciudad le dedicó una sala permanente en el Museo que lleva su mismo nombre. Pero, en el mientras tanto, Plotnicki le hizo un lugar entre sus “cachivaches personales” dedicándole un espacio especial a esta arte.  Por ello,  junto al maestro Untroib, también se lucen los destacados Martiniano Arce y Luis Sorzs que en conjunto, han hecho de este lugar otro museo tácito del fileteado.

 La moto sale de las orillas del Riachuelo con su identidad fortalecida.

Seguir la huella de la historia popular de la ciudad de Buenos Aires obliga a recorrer los 48 barrios porteños, caminar y gastar las suelas para llegar a los bordes y espiar cada rinconcito en busca de alguna historia linda para compartir, crecer en cultura y aprender más acerca de la identidad más profunda que nos une como habitantes de un mismo y pintoresco rincón del planeta. Agarrar la moto y subirse para emprender la aventura, vale la pena aunque el destino quede por Pompeya y, más allá, la inundación….

 

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