Marcelo Hidalgo Sola descubre en la tradicional Avenida de Mayo la historia de una escultura que es un emblema de la libertad de Prensa. Los vaivenes que sufrió, producto de las circunstancias históricas, nos dicen también mucho de nuestra historia como país.
Le dicen“La Diosa” y está fundida en bronce. Su porte se luce en la calle más parisina de Buenos Aires, en donde la dejan brillar a pesar de que los transeúntes pasan de largo frente a ella sin mirarla. Pero tan sólo si se alza la cabeza se la puede contemplar y allí encandila con su porte griego ya que representa en su silueta de bronce a la diosa Palas Atenea. Muy griego y clásico el conjunto visual que se despliega al contemplar la pieza con la fachada en la que está emplazada, en el edificio de La Prensa. Así debía ser y para ello fue pensada la escultura y el diseño de este frente, su misión fue engalanar arquitectónicamente la Avenida de Mayo, dar la impronta de una ciudad a la talla de las del primer mundo: París, Roma , Viena y Buenos Aires.
A pocas cuadras de la Plaza de Mayo, esta estatua de cuatro mil kilogramos de peso corona la torre central del edificio de la Prensa. Quien le dio su porte de diosa griega y la hizo nacer de su taller de fundición en Francia fue el escultor Maurice Bouval (1863-1916). En barco cruzó el Atlántico hasta desembarcar en el puerto de Buenos Aires y poder finalmente ser la diosa oficial de la Avenida de Mayo. Y se hizo entonces su elevación al trono el 8 de noviembre de 1898, izándola desde un elevador montado en la misma torre en la que luego fue emplazada. La ceremonia, fue un espectáculo público inédito para la época-explica Marcelo Hidalgo Sola-, del cual participaron alrededor de 20.000 espectadores. El público en su mayoría, se convocó ante el colosal despliegue técnico y operativo que demandó la tarea. Se debía elevar la escultura de Palas Atenea 50 metros y el peso resultaba excesivo para realizar la maniobra de modo seguro dado los precarios medios técnicos de los que se disponía en la época. Pero, afortunadamente, el espectáculo de izamiento de la diosa terminó bien, sin inconvenientes ni heridos y así pasó a convertirse en un símbolo del diario y de la libertad de prensa.
La estatua muestra en la mano izquierda un periódico, en forma de proclama, que lleva la revelación de la Palabra a través del globo terráqueo. Enseña un pecho como la imagen de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix (1830). Además porta, elevada en su mano derecha, una antorcha que nunca se apaga, que en vez de iluminarse con aceite y arder de verdad, se resolvió que la llama perenne fuera eléctrica, motivo por el cual a la diosa Palas Atenea se la conoce popularmente como “La farola”. El común de la gente, suele simplificar las cosas y mentalidad práctica mediante, identifica lo existente con su utilidad concreta, más allá de su función artística, que en tan esmerada escultura, sería la de brindar belleza y si es posible, representar virtudes y valores que son símbolos de los valores del pueblo. Lo cierto también es que la antorcha eléctrica se alza como una propuesta contestataria si se la mira desde una óptica vanguardista. Los futuristas italianos veían en la naciente electricidad un rol preponderante en el escenario de los tiempos futuros. Progreso, desarrollo y crecimiento iban de la mano con el simbolismo de la luz como iluminadora de las conciencias.
En este caso concreto la antorcha que luce Palas Atenea representa al fuego sagrado de los dioses, elemento que robó Prometeo para beneficio y progreso de los hombres. Emana rayos de luz que son el emblema de la nación. Una similar resolución da el escultor francés Auguste Bartholdi, en la estatua de La Libertad iluminando al mundo, monumento a la Independencia de los Estados Unidos. Es la antorcha de la Libertad que “ilumina los horizontes”.
Tiempos borrascosos para la escultura porteña
Sin embargo, la diosa sufrió no tanto con la inclemencia del tiempo y los elementos naturales, porque éstos no afectaron su belleza de formas, luce intacta a pesar de sus más de cien años de edad. Le tocó enfrentar, muda, los vaivenes de los huracanes políticos: la antorcha eléctrica dejó de iluminar el tradicional portal cuando el diario La Prensa fue confiscado en 1951. Pasaron, por fortuna, escasos cuatro años para que Palas Atenea fuera devuelta a su trono original en la Avenida de Mayo. En 1955, la diosa griega volvió a iluminar con su tenue llama de libertad el boulevard más bonito de la ciudad y se deleitó en volver a ver transcurrir la vida, desde la altura de su rincón urbano. Ser tan simbólica y representar valores tan altos, le acarrearon grandes inconvenientes, pero la parte positiva de su tiempo de retiro, fue que la devolvieron más linda que antes, con una restauración incluida aquel año de 1955, cuando el edificio de La Prensa fue recuperado por sus legítimos dueños.
Las motos, que habían estacionado para escuchar atentamente el relato del guía , vuelven a encender sus motores. Hay que emprender la vuelta pero, una vez más, el recorrido urbano estuvo compuesto por la dosis exacta de cultura, historia y aprendizaje in situ. La gente que pasa se sorprende al ver tantas motos en un mismo lugar pero, enseguida, los moto kultural explican el motivo de la congregación e incentivan a todos a que conozcan un poco más de cada lugar de la ciudad. El equipo de paseadores urbanos en moto, comprobó una vez más, que Buenos Aires tiene magia a cada paso y que solo es cuestión de salir a ver lo que la ciudad ofrece. Recorriendo las calles con tranquilidad y buena disposición se pueden encontrar esos lugares cargados de historia, con sus edificios, monumentos y esculturas emblemáticas tan interesantes. Aprovechar lo que la experiencia brinda es parte de una buena actitud personal y los moto kultural lo saben y muy bien.