MHS 140 T/ Marcelo Hidalgo Sola y una moto que se detiene para contemplar los “Sakuras” de BA.


En el Jardín Japonés se encuentra un sendero que discurre entre 30 árboles de cerezos que florecen en invierno. Las pequeñas flores que se desprenden al poco tiempo , lo hacen sin marchitarse. Por este motivo, son símbolo de lo fugaz de la vida, de lo bello e invitan a pensar en lo eterno. 

Ya se ven los primeros capullos rosados prendidos con firmeza a las ramitas del cerezo. De a poco, y por un breve tiempo de tan solo dos semanas, o quizás con suerte, un mes, se irán abriendo estas ligeras flores y las copas del sendero serán una explosión de belleza . El paisaje urbano que se despertará aquí en el Jardín Japonés , evocará la magia de Japón y todo su significado alrededor de la fiesta de los “Sakuras” o del “despertar de los cerezos”

La magia será breve y para fines de agosto, la floración de los cerezos cesará y el paisaje volverá aquí a su monotonía de colores: variados verdes , con la calma, el frío y la quietud propias de la estación invernal.

Con esto sobran los motivos para agendarse una visita al Jardín en esta época del año . Para redescubrirlo pintado en tenues rosas, si es que uno ya lo conoce. 

“Hanami” la ceremonia alrededor de los cerezos 

En el milenario Japón, las flores del cerezo despliegan su magia entre fines de marzo y principios del mes de abril, cuando va asomando la primavera. Durante el día, en el atardecer y también de noche, bajo la luz tenue de las lámparas de papel, la gente tiene la costumbre de sentarse debajo, mientras los pétalos regalan un techo de pequeñas flores esplendorosas.”Las flores del árbol del cerezo indican la fugacidad de la vida -explica Marcelo Hidalgo Sola- , y su carácter transitorio, efímero, porque cuando han alcanzado su máximo apogeo y esplendor , caen, se desprenden” Para los japoneses, esto es una lección muy profunda que los invita a disfrutar de lo bello , tal como está ya que la felicidad son instantes que quizás duren muy poco, como esta floración que si bien, es breve ,es perfecta. “De modo que no hay que aferrarse a nada, todo es pasajero y efímero, como este espectáculo de la naturaleza”, explican las fuentes del Jardín Japonés.

En la antigüedad “los samurái eligieron a la flor del cerezo como su emblema distintivo. Para estos legendarios guerreros, ser un samurai , defender al Imperio, era lo más trascendente que un hombre podía realizar en su vida. Su ideal, su máxima aspiración, era tener el privilegio de morir en el campo de batalla, en la plenitud de su vida , y no marchitarse nunca tal como le ocurre a la flor del cerezo cuando se desprende como un suave algodón del tallo” explican en el Jardín. Y continúan: “Una antigua leyenda de Japón cuenta que, en el principio, los ‘sakuras’ eran de color blanco y que luego, fue la sangre de los samuráis la que las tiñó de color rosado y ya nunca más cambiaron su color”.

 

Cuando es primavera en invierno

En Buenos Aires, contemplar los cerezos en flor es una fiesta inesperada. Una algarabía primaveral en pleno invierno. También es una forma de hacer un “viaje expreso” a Japón y de adentrarse en sus tradiciones milenarias, mientras la vista del sendero de “sakuras” se impone como una postal impresionista. Quizá por los matices diversos de las flores, por sus juegos de luz con las transparencias y porque las copas parecen estar flotando etéreas o como si las nubes hubieran bajado a la tierra . 

El Jardín Japonés fue inaugurado en 1967. Nació por iniciativa de la colectividad japonesa de Argentina que deseaba realizar un homenaje especial a los príncipes Akihito y Michiko, durante primera visita al país. La idea fue hacerlos sentir “como en casa”y que pudieran ver con sus propios ojos como las tradiciones más queridas de Japón continuaban en otras tierras luego con los inmigrantes. Finalizada la visita , la comunidad japonesa lo donó a la ciudad para que sea un espacio cultural. 

A los árboles y flores locales como tipas y magnolias se les sumaron algunas de las especies que renacieron luego del bombardeo de Hiroshima en 1945. Al lago principal se lo pobló con abundantes peces koi que, según indica la leyenda, su vida transcurre en el esfuerzo de nadar contra corriente hasta la cima de una gigante catarata y, que al alcanzarla, vencen y se transforman en dragones. 

Hace poco agregaron a la variedad de flores , una siembra de 4000 tulipanes con la idea de “sumar colorido al invierno”. Los tulipanes van a causar gran impacto visual. Y ” así el Jardín se irá renovando como espacio de contemplación y de recreación para el alma”, como destacan allí. Por eso, además del tradicional camino de los “sakuras”, hay otros espacios muy importantes para desenchufarse y reconectar. Pero hoy, la estrella son los “sakuras”, una maravilla de la naturaleza que nos hace ver distinta la vida, ver más, e invitan a ir más ligeros de equipaje. 

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