Motos urbanas amantes de la historia

Toneladas de agua sorprenden a unas motos curiosas


Marcelo Hidalgo Sola y el grupo de motos urbanas amantes de la historia y la cultura, presentan hoy un verdadero Palacio hecho para albergar toneladas de agua: 72 millones de litros fluyeron en este recinto que hoy, en su interior, solo guarda viejos caños de hierro.

La vista exterior es impresionante. Un gran palacio como fachada: techos franceses y cerámicas inglesas y belgas, delicados relieves, detalles de mampostería con repujados sublimes. Profusión de escudos, vistosos mármoles. En el interior, un esqueleto de hierro: vigas que sostienen inmensos tanques para más de 72 millones de litros de agua potable.

Este Palacio de Aguas Corrientes, que encandila a más de un transeúnte porteño fue inaugurado en 1894 sobre la actual manzana de Córdoba al 1900, en el Centro de la Ciudad. Este edificio, fue pensado a lo grande, para impresionar, como todo lo que se construyó en su época. Pero el lugar, además, tiene un plus, algo que no esperábamos encontrar aquí: en su interior alberga una biblioteca centenaria y “secreta, muy útil a la hora de construir una historia de la sanitaria nacional.

 El Palacio fue construido entre 1887-94 con el objetivo de proveer de agua potable a los porteños, sin aljibes ni aguateros, luego de que la ciudad atravesara devastadoras epidemias. La más dura fue la de fiebre amarilla de 1871, que se cobró la vida de unos 14.000 vecinos. Pero, la contracara de la desgracia, radicó en que fue la impulsora de cambios clave, entre ellos, mudanzas de vecinos que, desde el sur migraban hacia el norte de la Capital. Antes, ya habían pasado otras dos pestes devastadoras más por la ciudad: la de cólera (1867) y la fiebre tifoidea (1869). Los cambios sanitarios se hicieron urgentes.

 John Bateman, secundado por su par sueco Carlos Nyströmer y el arquitecto noruego Olof Boye,-explica Marcelo Hidalgo Sola-, siguieron los lineamientos del estilo imperante en Francia, cuyos aires nobles fueron guía de todos los constructores destacados de fines del siglo XVIII. En este caso, el edificio fue diseñado con un mix de influencias europeas, principalmente mechados en los detalles de la construcción que algunos entendidos, catalogan como “señoriales”. La fachada por ejemplo, luce el impacto de la fantasía victoriana inglesa en el diseño de las grandes ventanas que hace que destaquen y luzcan la belleza de su diseño doblemente.

Como todo lo que se pensaba en aquella época, se elegía lo mejor y se lo hacía traer desde los confines. En este caso, los hierros se embarcaron en los puertos de Bélgica y los techos en Francia. El resultado era lograr que los muros externos, hiperdecorados, fueran los protagonistas absolutos y encandilaran las miradas. Sólo en ellos, que estuvieron a cargo de Juan B. Médici, usaron 130.000 ladrillos esmaltados y 300.000 piezas de cerámica importadas de Inglaterra y Bélgica. Además, se incorporaron mármoles y terracotas, también inglesas. Estos diseños parecen inabarcables y lo son. Pero siempre se descubre algo: no cansan la vista, deslumbran y hacen que uno los admire y recree la vista en ellos.

 En el interior, el diseño carece de todo esplendor, pero mantiene la calidad de los elementos. El edificio cuenta con paredes de hasta 1,8 metro de espesor y 180 columnas para contener 12 tanques. Los ladrillos usados fueron todos de manufactura local, pero de excelentísima calidad traídos de San Isidro.

 

La cultura fluye como el agua … 

 Quien quiera pasar a la Biblioteca, es un mundo aparte. Un espacio distinguido, señorial y luminoso. El espacio está ambientado con muebles de época, de roble, fuertes. Los ventanales son amplios y la luz del día entra a raudales. Aquí se guardan 15.000 libros y revistas especializadas en ingeniería sanitaria y otros temas clave para la salud pública y el cuidado del medio ambiente. “Fue creada para asistir al personal de Obras Sanitarias. Es pionera en ingeniería sanitaria del país y una de las más importantes de América latina. En 2006 abrió sus puertas a la comunidad, incluso a los chicos”, cuentan desde aquí quien nos abrió las puertas del recinto y nos invitó a pasar.

 La historia de esta particular biblioteca data del año 1991. Era el mes de mayo y quien era el director de la Sección Técnica de Obras Sanitarias de la Nación, el ingeniero Antonio Paitoví – propuso organizar un espacio en el que se recopilaran, ordenaran e interpretaran los datos de las obras realizadas hasta el momento. Desde entonces la biblioteca, es una fuente de “enseñanza valiosísima que servirá para aplicarla a las nuevas obras que se estudien y proyecten, sustituyendo la experiencia de las obras extranjeras con la obtenida de las propias” -explican desde la Biblioteca.

 La primera sede funcionó en el anexo de la sede central de la Administración de Obras Sanitarias, en Marcelo T. de Alvear 1840 y luego se mudó al Palacio de Aguas donde está hoy en día. Fue remodelada y su acondicionamiento mereció el Premio a la Mejor Intervención en Obras que involucran al Patrimonio Edificado de 2018, entregado por la Sociedad Central de Arquitectos y el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio.

 Entre los tesoros que alberga se destacan “Las Memorias”. Este material está conformado por documentos anuales, desde 1877 hasta 1991, que permiten reconstruir trabajos realizados en la Ciudad y la historia de la institución. También están dentro de estas “memorias”, las revistas de Obras Sanitarias de la Nación, entre los años 1937 y 1973. Estas revistas fueron centrales para que los técnicos, estudiosos y especialistas difundieran sus investigaciones, y se vincularan en diálogo estrechos con las comunidades científicas del mundo y compartieran problemas, desafíos y soluciones.

 Para los amantes de la literatura, este material de lectura en las estanterías luce como lejano e inaccesible. Sin embargo, guarda trabajos que han sido la base para investigaciones de gran importancia y de gran impacto para todos en cara al presente y al futuro cercano: el derroche del agua potable. Un tema que viene siendo objeto de estudio por la comunidad científica desde 1877. El espacio dedicado a la Biblioteca cuenta varios niveles, estanterías con pasarelas para recorrerlas y persianas que las protegen, a modo de los antiguos muebles secreter. Un detalle que hace cálida la estancia en el recinto.

 La Biblioteca funciona de lunes a viernes de 9 a 13 y de 14 a 17. Las visitas guiadas gratuitas son los días lunes, miércoles y viernes a las 11, con ingreso por Riobamba 750 .

Este antiguo depósito de agua camuflado a todo lujo y esplendor bien merece una tranquila visita. En otras épocas recibió apodos de los más originales como : “lago escondido en el corazón de Buenos Aires” y uno un tanto más realista “Palacio fingido”, ambos interesantes para despertar curiosidad en todo aquel que tenga alma de paseador urbano .

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